Centro de Historia de La Playa de Belén
 
FIESTAS EN LA PLAYA DE BELEN
Por Alvaro Claro Claro
Pasar las fiestas de fin de año en La Playa de Belén es apostarle a la familia, a la amistad, a la diversión sana, a conocer personas muy especiales, a libar unos (muchos, dirán otros) buenos tragos y a disfrutar de la gastronomía tradicional de la región que nos vuelve la boca agua (tamales, sancochos, sopa de fríjol, pescado bocachico, buñuelos, conservas y otra gran variedad de dulces).
 

 

Realizar un recorrido sin afanes por Los Estoraques, volver a transitar el arenoso y angosto sendero que nos conduce a Los Aposentos.

"Un chorro de aguas cantarinas, escondido entre efluvios de arrayanes y guayabos agrios corre sensual, como una caricia, hasta el lecho blanco de el Playón". (Dr. Guido Pérez Arévalo, en EVOCACIONES".).

Llegar a la cima donde está la Santa Cruz, caminar al atardecer por las calles para admirar las luces, gozar con la gente que esquiva velozmente las vacalocas, o simplemente disfrutar de la charla informal con algún paisano que no veíamos hace tiempo, hacen imposible aburrirse en este lugar. La Playa de Belén es alimento para los sentidos y medicina eficaz para curar los males acumulados durante un año de dura lucha.

Las fiestas de fin de año, así como las fiestas patronales en Septiembre, los Festivales de la cebolla, las ceremonias de Semana Santa, la Travesía Atlética y otros eventos, han sido una buena excusa para que los Playeros, estemos donde estemos, anhelemos regresar sin importar que haya que cruzar fronteras, remontar ríos o cruzar montañas.

El poeta Alonso Velásquez en "REGRESO" expresa este sentimiento así:

Yo regreso a elevar los barriletes
Que el pasado indolente me robara
Y que hoy tengo grabados en la mente
Con los colores manchados de nostalgia.

El Padre Fray Campo Elias Claro O.P, en su porro "Los Estoraques" deja volar este sentimiento en versos como estos:

Mi alma a ti vuelve en buscas de aromas
Del huerto que guarda amores maternos.
Mi pueblo querido hoy torno a tu amor
Cual río que busca remanso en sus penas.

También recuerdo un graffiti de Alguien muy prosaico que quiso pasar por incógnito pues no dejó firma. Escribió en lo alto de la superficie de un Estoraque:

El que quiera aprender a amar este pueblo, que se vaya a vivir bien lejos.

Definitivamente, dependiendo de nuestra edad, recordamos unas festividades con mucho más nostalgia que otras. Los Festivales de la cebolla, para nuestra generación (De la guayaba) significan una época muy hermosa. Esa caseta, la Arenosa, se llevó con sus cenizas muchos besos furtivos, varias historias de amores imposibles y seguramente más de un par de cuernos…

Otra cosa piensan los muchachos de estas nuevas generaciones y no cambian por nada las fiestas del Retorno.

La celebración del Primer Centenario (1962) fue un gran acontecimiento. El Dr. Guido Pérez en "La Playa de Belén" hace un amplio registro de los eventos que se organizaron en la fecha. Todavía se conservan algunas fotografías que confirman la fastuosidad del suceso.

No obstante, a pesar de todo, las fiestas que personalmente dejaron una huella imborrable en mi vida fueron unas fiestas de la Virgen de las Mercedes realizadas a mediados de la década del 60.

Que yo recuerde, era la primera vez que asistía a unas fiestas; y la primera que estrenaba zapatos "Cauchosol". ¡Se imaginan la emoción! Vivíamos por esos tiempos en La Rosa Blanca.

Mi primo, Domingo Claro, ya veterano en estos festejos, me convida a realizar un recorrido por las calles adornadas con festones, cadenetas y flores. En la esquina de lo que hoy es la Alcaldía Municipal, abriéndonos paso, entre un tumulto de personas, pude descubrir un invento revolucionario. Creo que así se debió sentir Aureliano Buendía cuando lo llevaron a conocer el hielo.

Un estrepitoso motor Lister impulsado por ACPM, parecía que de un momento a otro se iba a reventar (y lanzaría pedazos de hierro por todo el parque), sostenía una inmensa ponchera de aluminio con un hueco en el centro en el que se podía apreciar algo que giraba velozmente.

- Eso es una máquina de hacer algodón de azúcar -Me dijo el primo sonriente- al notar mi cara de desconcierto y admiración.

¿Cómo así, y eso para que sirve? Aguardate un ratico pa' que aprendás, so campero. Efectivamente, el hombre de avanzada edad que manipulaba la máquina, de magras carnes y con el pelo alborotado por el viento, imperturbable ante tantos espectadores, con la parsimonia de un experto recoge en un pequeño recipiente una sustancia granulada de color rosado y la vacía en el dispositivo que gira velozmente.

- Eso es azúcar pintada, pendejo -Me dijo el primo con aire de sabiondo.

Segundos más tarde, como por arte de magia se empieza a formar una especie de niebla sobre la superficie de la ponchera hasta cubrirla completamente; con una pequeña vara, como si dirigiera un orquesta, el dueño de la función hace grandes copos y los coloca en lo alto de una tronco de maguey formando un hermoso árbol rosado. Comprender como funcionaba esta máquina era algo que superaba mi escaso entendimiento.

Minutos más tarde, ya entrados en confianza con este avance tecnológico, protegidos por la penumbra, esperamos cautelosos que algún conocido comprara tan apetecido manjar y comol quijotes que embisten molinos de viento nos hicimos a buena parte del botín. La magia con que aparecía el algodón en la ponchera era la misma con que desaparecía de nuestra boca, mitigando escasamente el ansia por esta ambrosía…

¡Que vaina! Ahora cada segundo, el hombre produce avances tecnológicos impresionantes, pero los chinos ni se inmutan.

Luego de una noche reparadora, el domingo dio inicio a las festividades con el lanzamiento de una abundante cohetonada que, al vuelo de las campanas, invitaba a los feligreses madrugadores a misa de 6 de la mañana. Los caminos de la Honda, Curasica, Aratoque, el Tospecio, el potrero y otras veredas confluían en el lugar del pueblo destinado al descargue, cuide y herraje de las bestias; una pequeña hondonada con lecho arenoso formado por el pequeño riachuelo que cruzaba "Cantarillas" hasta llegar al Playón (Hoy la famosa callejuela de Santa Marta); este día en particular, el lugar mostraba señales de mucha concurrencia, movimiento de bultos y canastos con productos para abastecer las tiendas del poblado.

Cumplidos los oficios religiosos de la mañana, el parque estaba abarrotado de visitantes que esperaban ansiosos el inicio de las actividades carnestoléndicas. Una novillada organizada por los hermanos Luis y Miguel Carrascal en un encierro armado por la Calle del Centro, entre la esquina donde hoy está la Casa de la Cultura (Parador Martha -Mónica) y el sitio de entrada al garaje de Don Jorge Pérez, es el preámbulo de los festejos. La muchedumbre arremolinada detrás de la empalizada no permitía que los pequeños lográramos un buen sitio para presenciar la corrida; recuerdo, eso si, a don Evelio Pérez animando a Alirio Manzano (El fósforo) con un doble de "bolegancho", pues era quien actuaba de torero principal; se escuchaba el griterío de la multitud animando al valiente que iniciaba la faena con una bayetilla roja sobre el hombro simulando un capote usado en el arte de la tauromaquia. Varios ¡Ole, ole! Se escuchaban en la tribuna. ¡Que tipo tan arrecho! -gritaba alguien al lado. Si lo vieras en Ocaña, con toros de verdad, los pases que se inventa, afirmaba Numael Velásquez. Es un profesional, decían otros al unísono; de pronto la muchedumbre se silenció. ¡Hay juemadre! Lo cogió! - gritó Evelio Pérez, lanzándose al ruedo con los que estaban a su lado. En cuestión de minutos cargaban a nuestro nobel torero medio inconsciente, lleno de polvo, con raspaduras leves en los brazos y la cara y el trapo rojo hecho hilachas enrollado al cuello, camino al puesto de salud.

En horas de la tarde, lo más esperado, la salida de los disfrazados y el baile en el parque. Mi primo me llevó a su casa, sacó ropa vieja.

- Ponete la camisa y el pantalón al revés.

Trajo el perol más tiznado de la cocina, raspó el hollin y mezcló con manteca.

- Echate en la cara y ya quedamos disfrazados para ir a la fiesta.

EL estruendo de la pólvora y la música de tiples y guitarras nos hicieron salir al trote para lograr el recorrido de las comparsas por las calles del pueblo. En un principio la sensación fue de temor por las figuras de brujas horribles, jorobados, esqueletos, pistoleros a caballos con grandes sombreros y otras formas intimidantes, pero la alegría de la gente me fue contagiando y terminamos acompañándolos en el alborozo hasta la plaza.

El baile dio inicio con una agrupación musical que me dejó impactado por la novedad. En mi vida lo más cerca que había estado era a la banda papayera del pueblo; esto era algo muy distinto. Tenían un aparato amplificador con dos inmensas cornetas grises completamente desconocidas para mí que le daban al cantante un poder de voz casi sobrenatural. También me impactó un señor ejecutando simultáneamente el bombo con los pies y dos pequeños tambores, unos platillos y un cencerro con las manos ayudado de dos palos. Estaba maravillado por la habilidad del señor, con un tabaco en la boca, imperturbable marcaba el ritmo de una hermosa canción que todavía recuerdo decía algo así:

Una noche me quedé
Contemplando el panorama
Y a lo lejos divisé
Un lucero que lloraba.

Entonces me transformé
En paloma mensajera,
Alto muy alto volé,
Confundiéndome en la niebla…

El parque estaba a reventar, la noche fue invadiendo con sus sombras el lugar pero la alegría, la música y la pólvora hacían de la velada la más emocionante. Yo seguía al pie de la agrupación musical escuchando y viendo embobado la interpretación de aires tropicales de la época; esta experiencia la estaba disfrutando al máximo.

Una sola cosa me inquietaba en esos momentos. Todos los que nos habíamos untado de hollín con manteca para el disfraz, en el transcurso de la tarde lo teníamos corrido o caído por efecto del sudor, no obstante, miraba a los músicos y no se les notaba que el color cambiara, estaba completico en la cara y los brazos, tampoco manchaba la ropa como a todos nos pasaba. Atormentado por la curiosidad, camino a La Rosa Blanca, les hice el comentario a mis tíos que nos acompañaban de regreso y soltaron la carcajada… Si serás bruto, no ves que los músicos son de tierra caliente y allá son de ese color. Efectivamente mucho tiempo después supe que el grupo aquel que dejó una huella imborrable en mi alma por su música, por haberme dado la oportunidad de conocer una batería y por mi primer contacto con un afrodescendiente, fue traído desde Simitì, Bolívar, por los organizadores de las fiestas patronales de La Belén.

Alvaro Claro/07. Alvaro Claro agosto/11