EL
QUIJOTE, MANUAL DE VIDA
Belisario
Betancur Cuartas (Cortesía del doctor Patrocinio
Ararat Díaz) | |
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En
ciertos momentos la mejor manera de tener razón es perdiéndola.
José Bergamín. Lectura
hecha en la Academia Colombiana de la Lengua (diciembre 10 de 2004) con base en
la exposición hecha en el III Congreso Internacional de la Lengua Española:
Rosario, Argentina, (noviembre 17 de 2004), con motivo del IV Centenario de la
primera edición del Quijote y de la edición conmemorativa hecha
por la Real Academia Española y por la Asociación de Academias de
la Lengua. 1.-
INTRODUCCION. El anacronismo Entre
amigos del libro y en especial entre amigos de El Quijote, como los aquí
presentes, se comprende la gratificación que significa para quien les habla,
el haber sido invitado por la Real Academia Española y por las Academias
de la Lengua, para comentar la fecha memorable de aparición de la obra
máxima y plena de vigencia del lenguaje castellano: Vida del Ingenioso
Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra. Y para
festejar la hermosa y densa edición celebratoria de Santillana- Alfaguara,
hecha por encargo de la Real Academia y de la Asociación de Academias de
la Lengua. ¿Qué
motivo mayor de orgullo podría encontrar en su vida un lector, que el pregonar,
a los 400 años de su existencia, el imperio intelectual de una novela de
tema ya anacrónico en su época, y quizá también ahora,
en este mundo caótico y enemigo de la ilusión y de la esperanza?
De una novela que, por contraste, muestra la condición humana en sus pliegues
más hermosos pero también los más horribles, para lo que
utiliza un humor cruel, detrás del cual se perfilan la realidad de la historia
y el diapasón de la vida misma? Estas últimas facetas se nos aparecen
-con una continuidad de milenios, interrumpida, en su expresión literaria
en el siglo que feneció y en el que comienza: después de Balzac
y de Dickens en el siglo XIX, en esas materias hemos sido un erial-, se nos aparecen,
repito, en tres grandes hitos de la creatividad: el teatro griego, el teatro de
Shakespeare, y El Quijote cervantino. 2.-
El territorio de lo inmemorial ¿Por
qué llegó y cómo llegó Cervantes a su obra genial?
Una interpretación marxista dice que la vida de Cervantes se desenvuelve
en el momento de consolidación de la economía capitalista, puesto
que ya se habían producido los grandes descubrimientos geográficos,
y se habían organizado la navegación, el comercio y en cierto modo
el mercado mundial. "Cómo
es posible que Cervantes -se preguntaba Ernesto Sábato en el X Coloquio
Cervantino de Guanajuato-, habiéndose propuesto una regocijante parodia,
haya finalmente escrito la gran parábola de la condición humana?"
Sábato se responde: "Porque cuanto más se ahonda en el propio
corazón, más ahondamos en el corazón de todos los seres humanos". Estas
preguntas conducen a otro aspecto de la supervivencia floreciente de ciertos títulos
literarios o filosóficos, en los cuales su gran interés hace surgir
estudiosos que arraigan una obra en el tiempo, y la llevan al territorio de lo
inmemorial. Sea cual fuere su origen, es lo que ha ocurrido con los libros sagrados
de las distintas culturas. Sucedió así con los trágicos y
cómicos griegos; y, cerrando el gran arco milenario, sucedió con
Shakespeare y con Cervantes. Un capcioso preguntaría: ¿acaso no
bebieron nuestros genios en aquellas fuentes? ¿Y eso qué?, podemos
responder. Aunque en ámbitos bien distintos, ello equivaldría a
demeritar, por ejemplo, la traducción, -por su musicalidad casi superior
al original en francés-, que don Pedro Salinas hiciera de En busca del
tiempo perdido, la novela-río de Marcel Proust. El
trabajo incansable de aquellos analistas brinda nuevas ventajas al lector de otras
épocas, porque le enriquece escenarios y personajes, y porque le hace ver
la interacción de la literatura y el mundo de los días y los años.
Pienso en la ambientación mental que producen las noticias anteriores de
Martín de Riquer sobre el bandolerismo del siglo XVI en Cataluña,
y sus comentarios de la presente edición; pienso en el problema de los
moriscos en la misma época, a propósito de los nombres de Roque
Guinart y Ricote; y pienso en las especulaciones acerca del tiempo en que se escribió
El Quijote; todo ello para entender qué buscaba Cervantes al soltar por
los caminos a un alucinado que, a poco andar, ya no lo era tanto, pues por lo
menos sus sentidos no lo engañaban, pretendía describir sin exagerar
y moralizar sin regañar. Desaliñado el lenguaje, sí porque
era el habla popular: pero siempre dialogante, siempre convivente, siempre libertario
y combatiendo siempre por ideales impregnados de nobleza, de altruismo, de bondad.
Así eran Cervantes y don Quijote, en más de una ocasión confundidos
en un solo ser. Un carácter que sintetiza la condición humana en
todas sus contradicciones, según ha escrito el cervantista cubano Lisandro
Otero. Y
pienso, en fin, en que el tema de la risa, referido a la literatura, desde el
siglo de oro empezó a desplazarla en importancia. Montaigne prefería
libros divertidos en el sentido que él mismo tomaba sus Ensayos:
algo denso y serio pero agradable de leer. La risa era un recurso festivo de primera
mano: la cultura cómica de la Edad Media pertenecía al pueblo, al
que hablaban don Quijote y Sancho. La misma Iglesia celebraba misas al burro,
en las cuales el sacerdote rebuznaba tres veces a modo de bendición, y
en la pascua el cura hacía bromas para hacer reír a los feligreses.
Así Cervantes en todas las salidas de don Quijote. 3.-
Con tristeza en el corazón
No
hay por qué insistir en el grado de realismo de la ficción cervantina,
ni en su enfoque moral, aunque se ha constituido en una especie de manual de
la decencia humana. No estamos ante una parábola al viejo estilo:
como diría el ruso Nabokov y por asimilación según su estilo,
su género y su época, nos retan Esquilo, Sófocles, Aristófanes,
Shakespeare y Cervantes, a mirar de frente algo que se resume bien así:
Hay historietas que trastornan a la gente, sea la división que condujo
a la Guerra del Peloponeso, la división religiosa en Gran Bretaña,
o el manejo económico e inquisitorial de España en los siglos XVI
y XVII. Siempre habrá recursos para burlar cualquier forma de intolerancia.
Recordemos que ya cien años antes de la aparición de El Quijote,
en 1508 Erasmo había publicado su Elogio de la locura. Franz
Kafka sostiene que el personaje principal del Quijote es Sancho; que lo que ocurre
es que este hombre positivo tenía un demonio y que para poderse conservar
como un ser razonable lo arroja fuera de sí mismo y le da el nombre de
don Quijote; pero quería tanto a su demonio, a sus aspiraciones y a sus
sueños, que le tocó seguir detrás de él en calidad
de escudero. En
definitiva ni la historia, ni la filosofía, ni la literatura han influido
con profundidad y permanencia, en tiempo y espacio. Fulguran y divierten; y, anticipan
o reflejan todo, pero determinan poco, si bien El Quijote es un testimonio fehaciente
sobre la influencia de los libros de caballería en los seres humanos. Estas
grandeza y miseria, evocan a Montaigne cuando cuenta que un grande e implacable
general de su tiempo lloraba inconsolable ante el cadáver de su hijo sacrificado.
Otro militar, duro, que estaba a su lado, le reclamó por tal debilidad
y sobretodo, porque el problema era insoluble. El afligido respondió: "Lloro
precisamente porque sé que es inútil". Estas
reflexiones sobre el goce o el sufrimiento inanes, evocan la leyenda de que hacia
el año 1100, el teólogo islámico Muhammad al Ghazali divulgó
unas cautelas para leer el Corán. En la sexta regla enseñaba que
para abrevar en el libro sagrado del islamismo, se debía antes sollozar,
pues ciertas secciones del Corán han de leerse con tristeza en el
corazón. ¿Acaso no nos ocurre lo mismo con don Quijote? 4.-
La moral utópica
Miremos
a través de las celosías de su humanidad. Por ellas vislumbramos
un espíritu de la más alta nobleza, al cual ni los peores agravios,
ni las burlas cruentas, ni su locura misma perturban un hondo sentido de la justicia,
como lo demuestran sus consejos a Sancho Panza antes de que asumiera la gobernación
de la Insula Barataria. Hay allí un himno a aquella moral que todavía
espera ser descubierta y aplicada. Una moral sin premios ni castigos: una moral
no por utópica menos cierta. El hidalgo se acerca a ella con delicadeza,
cuando da consejos que repercuten a los cuatro vientos. Su aplicabilidad en el
gobierno del mundo contemporáneo es apodíctica, lo sabemos bien
sabido quienes gobernamos prendidos de su sabiduría. Tales reflexiones
del cuerdo loco al gobernador, deberían estar grabadas en letras de oro,
hoy más que nunca, en todos los tribunales de este mundo tan adelantado
en la técnica como atrasado y ciego en lo que concierne a la dignidad humana
y a la moral, y que tanto necesita de aquella sabía cordura. Veamos
algunos de esos Consejos: dice don Quijote a Sancho, que "Primeramente,
¡Oh hijo!, has de temer a Dios; porque en el temerle está la sabiduría,
y siendo sabio no podrás errar en nada. Lo segundo, has de poner los ojos
en quién eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil
conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte
como la rana que quiso igualarse con el buey; que si esto haces, vendrá
a ser feos pies de la rueda de tu locura la consideración de haber guardado
puercos en tu tierra". Es
el conócete a ti mismo, que campea en la filosofía desde los presocrátricos.
A pesar de lo cual y tratándose de un viaje entre la alucinación
y el realismo, suscita nuestro interés el ejercicio sistemático
de la racionalización por parte de Cervantes: su culto a la justicia está
por encima de las debilidades humanas. Va más allá del Sócrates
del siglo IV antes de Cristo, y del buen gobierno de Pericles, grandes modelos
de una ética a la que algún día llegará la no por
lacónica menos estremecedora admonición del señor de la Mancha: "Hallen
en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más
justicia que las informaciones del rico". Y
para que el sentido de la equidad y el buen juicio sobre la naturaleza no sean
apabullados por aquella compasión, recuerda: "Procura
descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico como por
entre los sollozos e importunidades del pobre. Si acaso doblares la vara de la
justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia". 5.-
Un canto a la solidaridad humana
Impresiona
en un hombre como Cervantes, tan poco bien tratado por la vida, famoso y rodeado
de escaseces, que, al estilo de grandes escritores de todos los tiempos, no hubiera
convertido su exigua fortuna en arma envenenada contra la sociedad. Y
hay algo más, que ya se ha insinuado antes: el Quijote transcurre entre
los actores que constituían la vida provinciana en España a finales
del siglo XVI y comienzos del XVII. Al respecto es oportuna esta reflexión:
si no se nos enseñara desde la escuela que don Quijote de la Mancha se
escribió en una época calificada como Siglo de Oro, ¿podríamos
deducirlo de su sola lectura? La respuesta es un no rotundo, así la construcción
y el vocabulario constituyan buenos indicios. Pero si ni la pregunta ni la respuesta
sugieren interés investigativo o reflexivo, sí convoca a discusión
el hecho complejo y prolongado de que ni la gente del Quijote, ni la demás
gente de España y el resto del mundo, sabía qué le estaba
sucediendo como sociedad, menos aún como país en términos
históricos. Los períodos cronológicos, las denominaciones
geográficas o políticas, son meras construcciones sociales; los
seres humanos nacen, viven y mueren como individuos. Y desde luego como seres
sociales. Pero no como actores históricos. Eso
es lo que les da su elevada exclusividad a monumentos de la inteligencia como
Don Quijote de la Mancha: los saca del catálogo de las cuentas materiales,
y los transporta al silencioso reino de los manuales de vida. Con razón
el escritor colombiano William Ospina afirma que el diálogo entre el loco
que delira y el cuerdo que no lo abandona, contraría la soledad de la locura
y se convierte en un canto a la solidaridad humana! Hemos
leído y visto en medios audiovisuales, testimonios sobre la vida diaria
de los seres humanos, durante guerras de años de duración y otras
conmociones. Es que, pase, lo que pase, la existencia continúa más
allá de las dificultades, la tragedia y el dolor. Al fondo de este panorama
se proyectan las batallas fundamentales de testigos, intérpretes y teorizantes.
Lo
vemos en Herodoto, en Tucídides: pero, sobre todo, cada uno en su lugar,
en un Esquilo, en un Sófocles, en un Aristófanes, y para nuestros
efectos, en un Cervantes. Hemos de subrayar aquí que si don Quijote es
el gran compendio, las Novelas Ejemplares son obras en las que se presentan
la fisiología y la patología de un sistema. ¿Qué es,
si no, "Rinconete y Cortadillo" el gran escenario de la connivencia
entre autoridad y delito? Pero
no se trata de crear arquetipos. Pueden ser peligrosos, y las clasificaciones
corren el riesgo de ser maniqueas. La última aventura de los ideólogos
fue la división entre capitalismo y comunismo. Ahora, bajo el signo falsamente
novedoso de la globalización, se nos propone enfrentar al dubitativo Hamlet
shakesperino, un casi apocalíptico líder sin dudas, un nuevo Mesías
platónico o heideggeriano. 6.-
Los consejos al gobernante
Pero
los admiradores de don Quijote no caeremos en tentación. No nos engañan
ni el líder sin dudas, ni el líder dubitativo. Sólo esperamos
en el líder comprensivo y justo. Para esto, debemos recitar la despedida
inmortal:
"Señores
-dijo don Quijote- vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño
no hay pájaros hogaño. Yo fui loco, y ya soy cuerdo. Fui don Quijote
de la Mancha, y soy agora, como he dicho, Alonso Quijano El Bueno. Queda con vuestras
mercedes mi arrepentimiento y mi verdad a la estimación que de mí
se tenía." Y
con ella, lo que agrega el autor inolvidable:
"Este
fin tuvo el Ingenioso Hidalgo de la Mancha, cuyo lugar no quiso poner Cide Hamete
puntualmente, por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen
entre sí por ahijársele y tener por suyo, como contendieron las
siete ciudades de Grecia por Homero". Veamos
otros consejos más:
"Cuando
pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al
delincuente; que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo". Este
principio es la base de la equidad y de toda recta administración de justicia.
De una justicia justa, oportuna y objetiva. "Cuando
te sucediere juzgar algún pleito de algún tu enemigo, aparta las
mientes de tu injuria, y ponlos en la verdad del caso. No te ciegue la pasión
propia en la causa ajena; que los yerros que en ella hicieres las más veces
serán sin remedio, y si le tuvieren, será a costa de tu crédito,
y aún de tu hacienda". Y
así, igualmente, los dos últimos consejos del prudente, del moralista
y filósofo, que recuerda al tiempo a Kant, a Montaigne y a Tomás
Moro:
"Al
culpado que cayere debajo de tu jurisdicción, considérale hombre
miserable, sujeto a las condiciones de la depravada naturaleza nuestra, y en todo
cuanto fuere de tu parte, sin hacer agravio a la contraria, muéstratele
piadoso y clemente; porque aunque los atributos de Dios todos son iguales, más
resplandece y campea a nuestro ver el de la misericordia, que el de la justicia". Y
este consejo sobre la verdadera autoridad:
"No
hagas muchas pragmáticas; y si las hicieres, procura que sean buenas y,
sobre todo, que se guarden y cumplan. Que las pragmáticas que no se guardan,
lo mismo es que si no lo fuesen: antes dan a entender que el príncipe que
tuvo discreción y autoridad para hacerlas, no tuvo valor para hacer que
se guardasen. Y las leyes que atemorizan y no se ejecutan vienen a ser como la
viga, rey de las ranas: que al principio las espantó y, con el tiempo,
la menospreciaron y se subieron sobre ella. Sé padre de las virtudes y
padrastro de los vicios. No seas siempre riguroso ni siempre blando, y escoge
el medio entre estos dos extremos, que en esto está el punto de la discreción..." Y
esta joya sobre la honestidad: Dice Sancho Panza:
"Vuestras
mercedes se queden con Dios, y digan al duque mi señor que desnudo me hallo;
ni pierdo ni gano. Quiero decir, que sin blanca entré en este gobierno,
y sin ella salgo, bien al revés de como suelen salir los gobernadores de
otras ínsulas". Y
Sancho cumplió los consejos del mentor, en los diez días escasos
que duró su gobierno de la Ínsula Barataria. 7.-
El Quijote personal
Cada
quien tiene, a manera de canción u oración o guía filosófica,
una escena, una página, un consejo, un refrán, una frase del Quijote.
Cada quien posee su Quijote personal. Todos quijoteamos. Estamos ante un Manual
de Vida. Y hay quienes han deseado sabérselo de memoria. La apoteosis
del ingenioso hidalgo se produce con su regreso a la verdad verdadera del abandono
de sus imaginaciones. Empieza aquel trance cuando su sobrina le pregunta:
"¿Qué
es lo que vuestra merced dice, señor? ¿Tenemos algo de nuevo? ¿Qué
misericordias son éstas, o qué pecados de los hombres? Las misericordias,
sobrina -respondió don Quijote-, son las que en este momento ha usado Dios
conmigo, a quien, como dije, no las impiden mis pecados. Yo tengo juicio ya libre
y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia que sobre él me pusieron
mi amarga y continua leyenda de los detestables libros de las caballerías.
Ya conozco sus disparates y sus embelecos, y no me pesa sino que este desengaño
ha llegado tan tarde, que no me deja tiempo para hacer alguna recompensa leyendo
otros que sean luz del alma..." En
nuestro itinerario vale la pena evocar este lamento, digno del más puro
de los músicos y poetas que en el mundo hayan sido: "¡Ay!
-respondió Sancho llorando-. No se muera vuestra merced, señor
mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura
que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más,
sin que nadie le mate ni otras manos le acaben que las de la melancolía.
Mire, no sea perezoso, sino levántese de esa cama, y vámonos al
campo vestidos de pastores, como tenemos concertado: quizá tras de alguna
mata hallaremos a la señora doña Dulcinea desencantada, que no haya
más que ver. Si es que se muere de pesar de verse vencido, écheme
a mí la culpa, diciendo que por haber yo cinchado mal a Rocinante le derribaron,
cuanto más que vuestra merced habrá visto en sus libros de caballerías
ser cosa ordinaria derribarse unos caballeros a otros y el que es vencido hoy
ser vencedor mañana..." 8.-
Cervantes y Don Quijote en América
Ni
Sancho, ni sus amigos, querían que Don Quijote muriera. En América
tampoco hemos querido ver a Don Quijote muerto, desde cuando Juan Sarria, librero
de Alcalá, remitió a un socio de Lima, sesenta ejemplares de la
primera edición del Quijote, algunos de los cuales se perdieron en el camino,
según dice Francisco Rico en la presentación de la edición
de las Academias. Mucho antes, en 1590, Cervantes había pedido al Consejo
de Indias un puesto en Bolivia, o en México o en Santa Fe de Bogotá
y Cartagena de Indias, en la Nueva Granada, cargo que de no haberle sido negado,
habría permitido que El Quijote hubiera sido escrito en Las Indias. Por
cierto que el escritor colombiano Pedro Gómez Valderrama, contra toda evidencia,
en un cuento hizo viajar a Cervantes como contador de galeras, el cargo negado,
a Cartagena de Indias, donde sucumbió a los encantos del ron y de una mulata
que contemplaba, en las noches caribeñas de luna, desnuda ella y él
delirante, en el pueblo de pescadores de "La Boquilla" en la tórrida
costa caribe. Pues bien, o porque una trama urdida entre el frustrado viajero
a Las Indias, y el bachiller Sansón Carrasco, y la sobrina, el cura y el
fiel escudero Sancho, hubieran preparado una cuarta salida de Don Quijote; o porque
las ensoñaciones y necesidades de idealismo, desinterés y nobleza
de los pueblos recién descubiertos requirieran de la presencia y de las
hazañas del gentil caballero, lo cierto es que don Quijote fue a dar con
su humanidad a Las Indias. Al parecer, se embarcó en Palos de Moguer. Viajó
en la carabela del Virrey Blasco Núñez Vela, quien iba al Perú
a tomar cuentas a don Francisco Pizarro. En Túmbez se enroló con
don Sebastián de Belalcázar, quien viajaba a la Nueva Granada. Y
quien había de fundar la ciudad de Popayán en donde sentó
sus reales Don Quijote. Allí lo encontró una noche el poeta Guillermo
Valencia, quien relata así el episodio. (Leamos solamente algunas excertas
del poema): .................................................................... ¡Don
Alonso! -le dije-. ¡Vive Dios! si es extraña vuestra presencia
aquí, muerto hace tantos siglos.-¿Muerto yo? ¡Estoy más
vivo que en un solar de España entre duques y dueñas, gigantes y
vestigios! ........................................................................ Alenté
para el Bien, pero la turba ignara no descifró el enigma de mi falaz locura:
sublimar lo ruin convirtiéndolo en ara; dar alas al gusano para vencer
la altura. ...................................................................... Pugné
por elevar lo común y mezquino ciñéndome la toga de lo insigne
y Procero porque oyesen rugir al león en el pollino, y en el gañán
mirasen un alto caballero. .................................................................... Magnifiqué
las cosas para darles sentido a la Vida, al Dolor, al Combate, a la Ley, y no
ver mustias pajas cuando se mira un nido ni ver divinos lampos cuando se mira
un rey. .............................................................. Agiganté
los seres de este mundo pequeño para valorizar en él toda incidencia;
para borrar las lindes que separan el sueño de la vigilia; el vago pensar,
de la conciencia, ................................................................ Y
me enterraron presto, sin contar con la extraña fuerza que dio a mi vida
Don Miguel (que Dios guarde). Como soy inmortal, pude fugar de España en
Palos de Moguer, sin ruido ni alarde. ..................................................................... -Y
siendo así- le dije- ¿para qué el sacrificio estéril?-
Y él, airado- : Para que la existencia tenga un noble valer que nos haga
propicio el sino, bajo el claro fanal de la conciencia-. Quizá
en sus andanzas neogranadinas, antes de recalar en Popayán, don Quijote
haya pasado por Antioquia, a juzgar por la siembra que dejara en escritores como
Argos (Roberto Cadavid) e Hildebrando (Jorge Franco Vélez), quienes escribieron
un "El Quijote en paisa". Sancho también viajó
al Nuevo Mundo. En efecto, cuenta Andrés Trapiello en su reciente novela
"Al morir don Quijote" ("Destino", Colección
Ancora y el Delfín, Madrid 2004), que un año después de muerto
el hidalgo caballero, Sancho resolvió viajar a Nueva España, con
el bachiller Sansón Carrasco. "Cuando serví a don Quijote
me dí cuenta de que no hacen falta muchas cosas para salir adelante
"
decía. Y liaron bártulos hacia lo real maravilloso de América. 9.-
La tumba y el terremoto
Permítaseme
el siguiente testimonio personal. En la semana santa de 1983, un terremoto destruyó
a Popayán, ciudad universitaria del sur de Colombia. Difícilmente
pudo aterrizar el avión presidencial, por las grietas de la pista. Los
viejos muros lloraban postrados en las calles centenarias. Cuando llegué
a la catedral, la melancolía del Stabat Mater dolorosa/ juxta crucem
lacrimosa humedecía los escombros. De inmediato se dispuso que la vieja
universidad de la cual ha salido cerca de una veintena de presidentes de Colombia,
dirigiera la reconstrucción. Desgonzado de tristeza en la puerta yacente
de la catedral, impartí las primeras instrucciones para que la ciudad blanca
volviera a levantarse de sus cenizas como un nuevo fénix. Fue entonces
cuando ingenieros, arquitectos y artesanos, recibieron en breve homilía,
la misión de buscar con cuidado loa restos de Don Quijote, enterrado en
el Parque de Caldas, frente a la Catedral. Buscaron la tumba, con devoción
y consagración, sin encontrarla. Narraban después que en las noches
claras oían dulces quejumbres y suspiros hondos que invadían el
aire pleno de recordaciones. ¡Era el alma de Don Quijote! 10.-
La andadura americana
Distinguidos
Señores: Como es sabido, la primera parte de El Quijote, fue publicada
en Madrid con fecha de 1605 por Juan de la Cuesta, por cuenta del librero y editor
Francisco Robles. Y se hizo en dos meses, aunque los pliegos se imprimieron en
las últimas semanas de 1604. El cervantista Francisco Rico cuenta en sus
notas de la edición celebratoria de Alfaguara que hoy presentamos en Colombia,
que las prisas dejaron en aquella edición el rastro de una formidable cantidad
de erratas, reseñadas por él con erudita minuciosidad. Y en la presentación
de esta última se dice que de la edición principal salieron 262
libros para México; y que Juan Sarria, librero de Alcalá, -como
se dijo atrás- remitió 60 bultos a Lima, que viajaron en el barco
Nuestra Señora del Rosario a Cartagena de Indias, y de allí
a Portobelo, Panamá y El Callao. Agrega Rico que así comenzó
el Quijote su andadura americana. Lo que no había conseguido Cervantes,
lo lograba su criatura asentándose en el Nuevo Mundo. La
edición del IV Centenario que ahora presentamos, en Colombia y que presentamos
en Rosario (Argentina) don Víctor García de la Concha, director
de la Real Academia Española y quien les habla, sigue la línea de
aquella andadura americana de la edición príncipe, hogaño
sin los yerros de antaño. La
Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua
Española, encomendaron a Santillana - Alfaguara, la edición, impresión
y distribución de la obra conmemorativa de 1250 páginas, con un
tiraje de un millón de ejemplares hechos en España, en México
y en Brasil, y que serán vendidos a 25 mil pesos, con participación
de los beneficios de las ventas a las Academias de cada país. La
escritura del texto, las notas y una Nota al texto, las hizo el cervantista
Francisco Rico, con la cooperación y apoyo de Ignacio Echeverría,
Susana Pellicer, y un equipo de seis colaboradores para las presentaciones, quince
colaboradores para la documentación, un director de lecturas y sesenta
lectores y anotadores más. El
prólogo "Una novela para el siglo XXI", es de Mario Vargas
Llosa; "La invención del Quijote", de Francisco Ayala;
"Cervantes y el Quijote", de Martin de Riquer; y "La
Lengua de Cervantes y El Quijote", de José Manuel Blecua, Guillermo
Rojo, José Antonio Pascual, Miguel Frank y Claudio Guillén. Un
glosario de ochenta páginas y viñetas y grabados procedentes de
la edición impresa en Madrid en 1780 por Joaquin Ibarra, dispuestas, corregidas
y publicadas a expensas de la Real Academia Española. Es una hermosa y
completa edición, digna de la obra cervantina. 11.-
Epílogo: Loor a Don Quijote
Distinguidos
académicos, personalidades invitadas, señoras y señores:
Con los avatares de la innata tendencia humana a la hegemonía, y con un
pie en la historia, que demuestra que "el lenguaje sigue al poder",
se nos advierte sobre el peligro que a la larga correría nuestra lengua
castellana, por ejemplo, frente al inglés. Hay ataques inquietantes, como
el contenido en un libro supuestamente científico, relativo a las exploraciones
geográficas de la época del Renacimiento, y cuyo autor precisa que
escribe en inglés porque de hacerlo en español, su pensamiento quedaría
fuera del alcance de los académicos, cuyo criterio le interesa conocer.
La amenaza está ahí. En todo caso, a la lengua española le
queda un muy largo trecho por andar, y tiene la guía de un maravilloso
protector: el Quijote. A
la sombra de ese Bach prodigioso del idioma que fue, es y será Borges,
es bueno recordar que en la Grecia antigua, durante el imperio de la polis,
en la escuela se enseñaba a cantar a los niños, canciones cuyas
estrofas eran las reglas que debían cumplir para ser buenos ciudadanos.
En la Argentina tienen un pariente lejano del Quijote, que es Martín
Fierro. Se dice que no hay sureño, por ignaro que sea, que no lleve
en su memoria por lo menos dos versos de la leyenda del desertor glorioso. Todos
los hispanohablantes habremos salvado nuestro idioma cuando hagamos eso mismo,
con la fuente inagotable de dignidad y belleza humanas que nos legó el
Caballero de la Triste Figura. Para
terminar, en homenaje suyo repitamos con Rubén Darío:
¡Ora
por nosotros, señor de los tristes, que de fuerza alientas y de sueños
vistes, coronado de áureo yelmo de ilusión; que nadie ha podido
vencer todavía, por la adarga al brazo, toda fantasía, y la lanza
en ristre, toda corazón! ¡Loor y gloria a don Quijote, honor inextinguible
de la humanidad! |
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