El
Padre Angarita ara hacer fructificar la semilla que iba depositando en el surco,
resolvió primero acercar, en cuanto fuera posible, a los feligreses a la
fragua del Divino Amor, de ahí que emprendiera la organización del
Apostolado de la Oración. Una vez empapados en este santo espíritu
creyó llegada la hora propicia de consagrar la Parroquia entera al Sagrado
Corazón, y con tal objeto organizó una fiesta muy solemne el lo.
de mayo de 1914. Deseoso
de que el culto externo revistiera esa solemnidad a que tiene derecho. Si consideramos
las divinas prerrogativas del Ser a quien va dirigido, se esmeró por dotar
la iglesia de varias cosas de urgente necesidad, compró una hermosa custodia,
un elegante palio; un estandarte de la Inmaculada y un sepulcro para la procesión
del viernes Santo. Tiene
el Padre Angarita una gloria, tal vez ignorada de la mayor parte del clero samario;
a él se le puede considerar como fundador de las Hojas Parroquiales en
Colombia, pues fue el primero, que nosotros sepamos, en sacar esta clase de importantes
publicaciones. Según leímos en el Copiador de Comunicaciones, página
85, en el año de 1913 se dio a luz el primer número, editado en
una imprenta de la vecina población de Ocaña. Con sumo interés
nos dimos a buscar en el Archivo Parroquial, todos los números que alcanzaron
a salir, pues estas cosas mientras más añejas son más interesantes,
pero nuestra labor fue del todo inútil, ni siguiera con un número
tropezamos. Si acaso por una casualidad el Padre Angarita o algún vecino
poseyera la colección, haría una obra de espíritu público
muy de agradecer obsequiándola al Archivo Parroquial, porque no creemos
que haya otro lugar más aparente para guardarla. La instrucción
pública fue también objeto de sus desvelos. Por las comunicaciones
conservadas en el Copiador, página 88, pudimos cerciorarnos de que al Padre
Angarita debe La Playa la creación de las escuelas de las agregaciones
de Curasica e Higuerón, las cuales, gracias a Dios, todavía se conservan.
Pero fue aún más allá su celo; viendo que muchas personas
necesitadas de instrucción por sus múltiples ocupaciones no podían
asistir a las escuelas diurnas, resolvió abrir una nocturna, cosa que realizó
con el beneplácito general de los vecinos el 3 de febrero de 1914. Cada
vez que estudiamos más y más el carácter de"las diversas
parroquias nos persuadimos que los pueblos son siempre agradecidos con los sacerdotes
que se esmeran por hacerlos prosperar y avanzar, aunque a primera vista no parezca
realizarse tal cosa. Después
de diez años de ausencia de La Playa, cúponos oír, aun de
labios de personas que no simpatizaron del todo con su antiguo párroco,
alabanzas para su celo y espíritu organizador. Nos
ha llegado el momento de ocuparnos de la administración parroquial más
larga que ha tenido La Playa, la del Pbro. D. Ángel Cortés. Agotado
el Padre Cortés por su prolongada permanencia en varias parroquias del
río Magdalena, resolvió el Prelado actual trasladarlo a La Playa
para que allí recobrara sus fuerzas perdidas. Unos cincuenta años
podía tener el Padre cuando empuñó las riendas de la administración
espiritual de esa importante parroquia de la provincia de Ocaña. Bajo
varios aspectos hay que estudiar el gobierno parroquial del Padre Cortés.
Si lo miramos en cuanto al cariño de sus feligreses para con él,
sin temor a equivocarnos podemos afirmar que fue general y constante, pues no
sólo duró los primeros años de su permanencia sino todo el
tiempo que allí vivió. Mucho
hizo el Padre Cortés ya en el terreno espiritual, ya en el material. Trabajó
con gran constancia en la extirpación del concubinato público, hasta
lograr que la gente, con la exageración propia de las ordinarias conversaciones,
llegara a decir que en La Playa no había uno solo viviendo en mal estado.
No se llegó hasta esa bendita meta, pero no se puede negar que obtuvo muchísimo.
Entre las asociaciones que merecieron su atención figura en primer lugar
la del Santísimo Sacramento y la del Catecismo. La primera celebraba todos
los meses una exposición costeada con fondos de la Cofradía y contribuyó
en gran manera a propagar la comunión frecuente; la segunda verificaba
las reuniones dominicalmente. Compró ornamentos para cambiar los ya deteriorados;
cambió el antiguo altar de ningún mérito artístico
por otro que vino a darle realce al ya vetusto templo. Para favorecer
la industria nacional encargó a Ocaña, una imagen de las llamadas
de farol, de Nuestra Señora de las Mercedes, la patrona de la Parroquia.
El 21 de septiembre de 1920 preparó él P. Cortés una gran
fiesta para la recepción de la nueva imagen, y en medio de la santa alegría
de sus buenos hijos hizo su entrada triunfal. Entre
las obras materiales llevadas a cabo por el Padre Cortés está la
hechura de la nueva casa cural, contigua a la iglesia. Viendo que la pasada por
el boquerón de la calle que trae los vientos fríos de Ascpasica
inconvenientes para la salud de los sacerdotes, al volver acalorados de los divinos
oficios y que por otra parte el inconveniente de estar la antigua casa construida
al pie del duro peñasco, impedía el poderla ampliar, convenció
a los vecinos de la necesidad de emprender la construcción de una nueva.
Todos se llenaron de entusiasmo, todos quisieron cuál más cuál
menos, poner su óbolo para la obra, de tal manera que en poco tiempo el
Sr. Cura estaba instalado en su nueva residencia. Del
13 de febrero de 1928 al 23 de mayo del mismo año, cúponos la satisfacción
de hacer las veces de párroco en La Playa, mientras el Presbítero
Cortés iba a tomar un descanso muy merecido, en su pueblo natal, al lado
de los suyos, cosa que hacía años no había podido realizar. Faltaríamos
a la verdad si dijéramos que no guardamos grato recuerdo de esa temporada.
Es tan agradable trabajar en una parroquia que ha sido regada con el sudor de
sacerdotes apostólicos. De sus habitantes perdura aún en nuestra
mente la memoria de su caritativa acogida y de la buena voluntad con que apoyaron
nuestras pobres iniciativas. Durante
este corto lapso de tiempo nos fue dado estudiar de cerca el carácter y
condiciones de la parroquia. Sus habitantes en lo general son sencillos y francos.
Un caso que nos pasó en la primera confesión que hicimos al campo
los pinta de bulto. Yendo en compañía de un vecino muy honorable
nos dirigió de pronto esta pregunta: "Es verdad, señor Cura,
que usted es muy bravo?" La respuesta, como ven nuestros lectores, no era
tan fácil de dar por aquello de lo trabajoso que es tener la ciencia del
nosse te ipsum; nos contentamos con preguntarle, y tú cómo lo
sabes? A lo que él nos contestó: que así lo había
dado a entender el Padre en el púlpito; ante esa respuesta nos limitamos
a decirle que el tiempo le diría la verdad. Dicho individuo nos distinguió
siempre con amistad. La
corrupción en La Playa, por lo menos en ese tiempo, no era extraordinaria,
pero si hay que confesar con dolor que los casos de amancebamiento que encontramos
en la población eran de personas principales, y, por desgracia, como tan
a menudo se ve, de la misma autoridad. El vicio que corroe a La Playa
y que con el tiempo producirá funestísimos resultados en las generaciones
futuras es el de la bebida. Raro es el domingo que la calle real del pueblecito
no presente el cuadró desagradable de una serie de embriagados dando que
hacer, y una vez más decimos que los que están obligados a dar el
buen ejemplo son los primeros en dar el malo. Todavía recordamos un hecho
curioso que nos pasó un domingo. Como a las ocho de la noche, llega una
pobre señora a avisarnos que un hijo en plena embriaguez amenazaba herir
a otro; volamos al lugar de reyerta y en vista de la ausencia de las autoridades
resolvimos llevarlo personalmente al calabozo, humildemente nos obedeció,
pero por el camino, nos decía: Padre, el Corregidor y sobre todo el que
guarda la llave de la cárcel están más borrachos que yo.
No pudimos menos de reirnos en medio de nuestra tristeza. La
vida de La Playa la constituye el Cultivo de la cebolla. Todo el mundo desde el
más grande hasta el más chico está al corriente de los medios
más aptos para poder lograr buena cosecha. Ordinariamente cogen varias
cosechas al año. Los centenares de cargas que se producen son vendidos
en Ocaña y de allí se les exporta a la Costa. La
primera pesa la estableció en La Playa el señor don Francisco Pérez
y algunos años después el señor Ismael Arévalo abrió
una segunda. Tanto la una como la otra han perdurado hasta el presente. Hay
una cosa cuya necesidad se hace sentir en la población y que traería
múltiples bienes, es el establecimiento de un día de mercado público.
En toda la provincia de Ocaña para un fenómeno muy raro, y es el
de no haber mercado público; las gentes se abastecen de todo en las tiendas
de la localidad. Si esta laudable costumbre se estableciera, sería un medio
eficaz para que el pueblecito presentara los domingos un aspecto muy alegre, pues
ahora la gente del campo inmediatamente después de la misa regresa a su
casa, quedando la población en una soledad propia de un día de entre
semana; el comercio se intensificaría, los hoteles tendrían más
vida y muchos víveres se abaratarían. Con todo, difícilmente
creemos que esto llegue a implantarse; un grupo de individuos, ordinariamente
de dinero e influencias, tienen el acaparamiento de los víveres en sus
establecimientos para conservar la antigua costumbre. Cuan raro es el encontrar
hombres de verdadero espíritu público. A
nuestra llegada el Padre Cortés acababa de obtener del Ministro García
Benítez el establecimiento de la oficina telegráfica. El Sr. cura
generosamente cedió unas piezas de la antigua casa cural para la instalación
de la oficina y vivienda de la empleada y un grupo de vecinos ayudo a la compra
de los muebles necesarios. Tanto odio de los malos para con el sacerdote; sin
duda por la soberbia que en ellos despierta el ver que su paso por por todas partes
va marcado con el sello del progreso espiritual y material.
Ya
el 23 de febrero de 1925 encontramos en La Playa estafeta de correos, pero tan
pronto como se instaló el telégrafo se unieron las dos oficinas.
Figuraron como administradores de correos los señores Justo Guerrero Arévalo,
Ismael Arévalo, Octavio Manzano y Guillermo Arévalo, respectivamente
La señorita Benilda Romero, fue la señalada por el Ministro en Febrero
de 1928 para desempeñar la Jefatura de la nueva oficina telegráfica. Nuestra
primera preocupación fue darle una seria organización a la recolección
del diezmo. Para esto solicitamos del Sr. Recolector las libretas de los recibos
de los tres o cuatro años anteriores; en posesión de estos documentos
formamos una lista general, en la cual se especificaban los nombres y años
que habían pagado; al venir un vecino a pedir un servicio al Sr. Cura no
había necesidad de solicitar el recibo, bastaba buscarlos en la lista,
que por varios domingos consecutivos, se fijó públicamente en la
plaza. Varias irregularidades notamos, tales como las de pagar el diezmo de la
primera cosecha y querer servirse de ese mismo recibo para la segunda. Con franqueza
confesamos que no encontramos dificultad en la implantación de estas medidas
y que ellas hicieron aumentar la renta. La
adoración Perpetua ocupó también nuestra atención.
Después de formar nuevamente los turnos, establecimos el rezo de los oficios
los viernes y la costumbre de que cada adoradora diera al salir la hora correspondiente,
para así suplir la falta de reloj público. Se
compraron algunas cosas necesarias para el servicios de la casa cural y admirados
de la pobreza que mostraba la pieza del digno Sr. Cura Párroco, nos propusimos
arreglársela comprándole lo preciso para que quedara confortable
para su avanzada edad. Más tarde supimos que la cama corrió la misma
suerte de las que en repetidas ocasiones le obsequiaron al Santo Cura de Ars.
Para proveer a la compra de algunas cosas indispensables para el culto, Dios nos
deparó generosos corazones, distinguiéndose entre ellos el del culto
anciano, hijo de la población, Sr. D. Pedro Claro. A su caridad debe La
Playa la nueva cruz procesional y los ciriales, un hermoso copón y más
que todo la bella imagen de la Patrona y sus andas respectivas. Dios le pague
su generosidad y que tan diciente ejemplo sirva de modelo a las generaciones presentes
y futuras. El
Sr. Claro poseedor legitimo de la casa que queda a espaldas de la iglesia parroquial
había ya hablado para hacer una permuta por la antigua casa cural; este
cambio traía a la parroquia la gran ventaja de facilitar el medio de ampliar
el templo y la misma actual casa cural. Al saberse nuestros intentos se nos criticó
la medida y se llegó a decir, eso sí a espaldas nuestras, que la
antigua casa cural no era de la iglesia sino del corregimiento. ¿Cuál
era la causa de la oposición? Que ya se pensaba en la creación del
municipio. El negocio proyectado dejaba a La Playa sin casa consistorial, escuelas
y telégrafía. !Siempre nuestro gran espíritu público
en acción¡
Creemos de justicia manifestar que el Sr. Claro
había hablado varias veces con nosotros sobre el medio más práctico
de hacer su testamento. Pensaba dejar a la iglesia algún terreno para que
producido sirviera para llevar una Comunidad Religiosa v. gr. las Betlemitas,
a regentar las escuelas de la localidad. Cuando la idea iba a cristalizarse la
obediencia nos llamó de nuevo a la capital de la Diócesis. Personas
como ésta deben merecer la gratitud de su pueblo. A
principio de Mayo se supo que el Padre Cortés regresaba de nuevo a la parroquia.
El entusiasmo principió a germinar y a medida que la fecha se acercaba
crecía más y más. El día de la llegada La Playa presentaba
un aspecto de suprema alegría; todas las calles estaban adornadas con banderas
y gallardetes y desde temprano un grupo como de treinta niños emprendieron
la ascensión del alto montados en caminadores borricos. A las ocho o nueve
de la mañana la gente seria formaba la segunda cabalgata y una nube de
pueblo se apostaba a la entrada. Como a las once del día en medio de todos
sus hijos y de detonaciones de cohetes y de repiques de campanas hizo su entrada
el P. Cortés a su amada parroquia. Después
de haber tratado largamente la vida espiritual de la parroquia, bueno es que nos
detengamos a consignar algo sobre su vida civil. El
30 de noviembre de 1913 se elevó el caserío de La Playa a la categoría
de Corregimiento del Municipio de Aspasica. Los señores Ramón Ovallos
M., Agapito Pérez, Manuel Peña, Heriberto Claro; Ismael Arévalo,
Agapito Pérez; Sixto Ovallos M.; Felipe Claro; Guillermo Arévalo;
Ramón Claro; Tomás Arévalo; Ramón Claro; Francisco
Pérez B.; Pedro J. Claro; Santiago Pérez B.; Ramón Arenas;
Tomás Arévalo; y Felipe Claro fueron en su orden los que desempeñaron
el puesto de corregidor. Como se ve algunos estuvieron por dos veces al frente
del primer puesto civil del Corregimiento. ¿Qué
decir de la obra material por ellos desarrollada? Hay que confesar con dolor que
gue ninguna. ¿Tuvieron ellos la culpa? La falta absoluta de armonía
con la cabecera del municipio y la mala voluntad que Aspasica le cobró
a La Playa al saber que trabajaba para arrebatarle la categoría de capital
municipal, contribuyó para anular toda obra de progreso. La
Playa, no obstante todo esto, iba llegando a la mayor edad; por un fenómeno
muy natural desde que se dio cuenta de su desarrollo, importancia, riqueza de
su suelo y situación topográfica, principió a germinar en
ella el deseo de ser elevada a municipio. Esta idea fue muy bien por el Sr. Cura,
Pbro. D. Ángel Cortés, quien acompañado de la buena voluntad
y entusiasmo de varios vecinos comenzó a trabajar por la realización
del proyecto, tratando el asunto con los diputados a las Asambleas de esos años,
escribiendo cartas a Bogotá y a Cúcuta, tratando el punto con el
Sr. Gobernador en una de sus visitas y nombrando un agente especial donde se creía
necesario. Cuando
fuimos a La Playa en 1928 estaban los trabajos un poco paralizados pero bajo la
ceniza de una aparente calma ardía el fuego del entusiasmo por llegar a
la meta de los deseos. Nuestro modo de pensar no agradó a los vecinos por
no estar de acuerdo con el de ellos. La Traslación de la cabecera nos pareció
desde ese tiempo fuente de eternos odios entre los dos pueblos; Los playeros se
quejaban de los Aspasicas porque no se acordaban de ello sino para cobrar las
contribuciones, mas no para emprender una obra de mejoramiento; nosotros no creíamos
que el remedio estuviera en el traslado, pues estábamos seguros que al
hacerse vendrían los desquites de los otros, no logrando con lo proyectado
sino el mero cambio de plañidores; por eso en el telegrama de felicitación
a los playeros por su triunfo los alertábamos para que en su modo de proceder
obraran con sus vecinos como ellos querían que los tratasen. El tiempo
ha venido con su mudo lenguaje a probar que teníamos mucha razón
al pensar así. A
nosotros nos parecía mejor trabajar por la creación de un nuevo
municipio tomando algo del vasto territorio de Ábrego, de esta manera cada
pueblecito hubiera conservado su autonomía y la mala voluntad en vez de
aumentar hubiera desaparecido por completo. Así se lo manifestamos a un
grupo de vecinos de Aspasica en una ocasión en que estando encargados de
la Parroquia fueron hasta La Playa a encontrar al Sr. Provicario General, que
iba a hacerles la primera visita revestido de tan elevado cargo. Por lo que nos
contestaron pudimos darnos cuenta que una gran terquedad los llevaría a
no ceder un punto en cualquier sentido que tendiera a cambiar el orden establecido.
Había
otro motivo para que pensáramos que aún no era el momento de proceder.
La Playa, como pueblo relativamente reciente, carecía de un personal bien
preparado para desempeñar los cargos de alcalde, personero juez y consejeros;
juzgábamos que era mejor atender por ese entonces a la formación
de la juventud para que más tarde el Sr. Gobernador no tuviera que verse
obligado a echar mano, al hacer el nombramiento de alcalde, de individuos extraños
que no tienen ningún nexo con la población y que si en cambio ostentan
una vida moral poco recomendable y casi siempre el vicio de la embriaguez. Los
cortos años de vida municipal no servirán para demostrar que no
andábamos descarriados en nuestro modo de pensar. Sobre
todas estas causas había una poderosísima para quitarnos las ganas
de ver a La Playa convertida en municipio. ¿Cuál era? Los perjuicios
que en lo moral le traería la cabecera. Siendo simple Corregimiento estaba
libre de verse visitada de cierta clase de personas que no buscan más que
la corrupción, el vicio, el escándalo; al serlo nuevos visitantes
se verían en sus calles cada día; nuevos dolores de cabeza para
el pobre párroco y nuevas ofensas para Dios Nuestro Señor, perdiendo
la población su mejor timbre de honor, el de ser una parroquia modelo de
moralidad. Todo
lo expuesto hasta aquí era nuestro personal modo de ver; además
no hubo tiempo de exponer estas ideas de modo que pudieran germinar. La labor
de la traslación se siguió adelante hasta que logró cristalizarse.
El 3 de Mayo de 1929 pasaba la cabecera a la población de La Playa, siendo
el primer alcalde el Sr. Ramón Vergel Vaca, administración duró
hasta el 20 de agosto del mismo año, en que se hizo cargo de la alcaldía
el Sr. D. Pedro Villamizar. Su gobierno fue sumamente corto, el 8 de septiembre
era reemplazado por el Sr. Sixto Ovallos M. Los
aspasicas no podían resignarse a ver arrebatadas de su población
las oficinas municipales. Si los playeros trabajaban por realizar sus intentos,
aquellos hacían otro tanto en contrario. Ya en los comienzos habían
logrado los vecinos de Aspasica echar bajo los trabajos de sus contendores; una
vez más estuvieron sus intentos; un lado débil sirvió a sus
apoderados para lograr que el gobierno departamental ordenara que la cabecera
se trasladara de nuevo a Aspasica. Todos estos triunfos y derrotas contribuyeron
poderosamente a agriar los ánimos de los habitantes de los dos pueblos. Si
la gota de agua cayendo continuamente sobre la dura piedra logra taladrarla, la
constancia de la ciudadanía general o parcial en el logro de un deseo es
factor poderosísimo para llegar a la meta. Los hijos del valle de Nuestra
Señora de las Mercedes no cejaron en lo emprendido; la derrota los enardeció
más y más, y su persistencia los llevó a ver decretada en
firme la traslación el día 8 de abril de 1930. La alegría
y satisfacción de los vecinos se exteriorizaron con la celebración
de unas fiestas de plaza. En
esta segunda época han desempeñado el cargo de alcalde el Sr. D.
Sixto Barriga hasta el 21 de abril de 1931; el Sr. D. José María
Pezzoti por tres días y el Sr. D. Luis E. Guerrero hasta el presente.
De estos tres, hasta el día de hoy, es el primero quien más
se interesó por la parte material de la población. El Sr. Barriga
emprendióla hechura de unos cuantos camellones y con la cooperación
de los vecinos trajo el agua a la plaza, mejora de gran utilidad para el vecindario.
Lástima que el Sr. Barriga no se hubiera preocupado de dejar bien sentado
su nombre y asuntos referentes a la moral y buenas costumbres. El
Sr. Pbro. D. Ángel debe considerarse como el iniciador y el alma mater
de esta empresa. Su entusiasmo, su influencia sus dinero siempre estuvo a la orden
cuantas veces fue necesario. Si algún retrato debiera figurar en el Salón
del Concejo al lado de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús es
el de este humilde sacerdote que se consagró con alma, vida y corazón
a buscar el adelanto de la población en todo sentido. Al
lado de este sacerdote son acreedores a la gratitud de los hijos de La Playa los
señores Ramón Ovallos, Emeterio Claro, Agapito Pérez, José
Trinidad Durán, Francisco Arévalo, Alfonso Durán, Santiago
Durán, Ángel María Durán, Domingo Pérez, Eladio
Claro, Guillermo Arévalo, Pedro Claro, Víctor Arévalo, Ramón
Claro, Natividad Claro, José del Carmen Pérez. Hermenegildo y Basilio
Ascanio, Ramón Bayona, Bernardino y Francisco Pérez B., Juan Velásquez
y Juan M. Luna. De
las personas extrañas deben recordarse por los servicios y cooperador que
prestaron los siguientes señores: Ramón Pérez H., Guillermo
Cote Bautista, Arturo Bueno, Roberto Delgado, Manuel Roca Castellanos, Francisco
Yáñez, Carmelo Núñez, Ángel María Carabela,
Arturo Buenahora. Benedicto Puerto Monroy, Enrique Pardo Farelo, Luis Eduardo
Romero y algunos otros que se escapan a nuestra pluma. El
Concejo sesionó por primera vez en La Playa el 2 de noviembre de 1929.
Seis obispos, sabemos con precisión, han visitado la Parroquia de La Playa.
Fue el primero el Excmo. Sr. Bernabé Rojas en 1857, cuyo paso por su territorio
dio lugar, según lo hemos dicho al principio de nuestro escrito, a la fundación
de lo que en la actualidad es la Parroquia de La Playa de Belén. Por
los libros de la Parroquia deducimos que el Excmo. Sr. Romero hizo dos visitas
al ese entonces pequeño caserío. La primera el 13 de febrero de
1868 y la segunda el seis de septiembre de 1889. En el segundo libro de bautismos,
página 49, tropezamos con la firma de este eximio obispo de la diócesis
samaria El excmo. Sr. Celedón hay recuerdo de que hubiera estado
en La Playa cuatro veces. La primera el lo. de noviembre de 1892, la segunda el
26 de septiembre de 1895, la tercera el 16 de octubre de 1896 y ultima el 8 de
octubre de 1897. A este benemérito Prelado debe la parroquia su erección
la que como hemos dicho tuvo lugar en diciembre de 1895, y la erección
canónica de las primeras viacrucis en el año de 1897, como puede
verse en el libro tercero de bautizos, página 9. El
Excmo. Sr. Francisco Simón y Ródenas visitó a La Playa el
17 de abril de 1900. El templo actual recibió su bendición solemne
de manos de este santo prelado. El
19 de enero de 1915 el Excmo. Sr. hacía su primera y única entrada
triunfal a La Playa de Belén, dejando entre los vecinos un grato recuerdo
de su carácter amable y bondadoso. El
Excmo. Sr. García ha estado cuatro veces en la parroquia; el 27 de enero
de 1919 hacía su primera Visita Pastoral; el 6 de septiembre 1923 la segunda
y la tercera el 22 de junio de 1927. Fuera de esto estuvo en febrero de 1928 haciéndole
una visita fraternal al entonces cura excusador de La Playa. Del
beneficio de las misiones ha gozado La Playa por tres veces; la primera fue predicada
por los Reverendos Padres Fray Ángel y Fray Alejandro de Valencia, de la
orden de los Menores Capuchinos y tuvo fugar a principios de julio de 1908. La
segunda fue dirigida por los Padres de la Compañía de Jesús
y principió el 6 de noviembre de 1916. La tercera la hicieron tres Padres
Dominicanos, de apellido García, Lopera y Londoño, en el año
de 1925. Fuera de estas misiones generales el R. P. Muñoz, más tarde
Arzobispo de Guatemala, principió a predicar el 18 de enero de 1915 unos
retiros especiales para meros hombres. Inútil nos parece el anotar que
grande fue el fruto cosechado por medio de todos estos trabajos apostólicos. Fuera
de las fechas notables que hasta el presente hemos anotado hay algunas otras que
no debemos dejar pasar desapercibidas. El 25 de febrero de 1917 se bendijeron
las campanas que hoy figuran en el campanario como viejas. El 23 de abril de 1923,
La Playa vestía de luto; uno de sus hijos serviciales al templo, el señor
don Arcadio Durán, bajaba al sepulcro. Este hombre ejemplar sirvió
de sacristán por largos años de su vida y todavía se recuerda
en el pueblo con veneración y gratitud su nombre. A las once de la noche
de la fecha indicada entregaba su alma en manos de Dios confortado con todos los
santos sacramentos. El
21 de septiembre de 1902 hizo su entrada triunfal la antigua imagen de Nuestra
Señora de las Mercedes, la que obsequiada por la familia León. El
once de septiembre de 1905 la pequeña parroquia se despertó bajo
la impresión de una profanación hecha a la Divina Majestad. Un loco
de nombre Inocencio Pérez se entró de noche a la iglesia por un
caño que había donde hoy está la actual casa cural y acercándose
al Sagrario se sacó la sagrada forma echándosela en el bolsillo.
La falta no revistió la gravedad que a la primera vista se supuso por haber
sido perpetrada por un pobre hombre privado del recto uso de la razón.
El
20 de junio de 1930 se inauguró el teléfono, mejora que irá
a prestar un gran servicio para el desarrollo del comercio de la población. Hay
en la iglesia parroquial un cuadro de la Inmaculada Concepción, el que
por los datos que pudimos recoger fue pintado hace cerca de un siglo por un ocañero
llamado Miguel Quintero. A este pintor se le atribuyen varios otros cuadros, entre
ellos uno de la Divina Pastora que reposa en manos de D. Antonio Claro. La
Playa como población relativamente joven y entregada por completo a la
agricultura, no puede presentar todavía a ninguno de sus hijos diplomado
en cualquiera de las carreras que abrazan aquí en Colombia los jóvenes.
Es de esperar que en un porvenir no muy lejano se remediará esta necesidad.
En la actualidad La Playa es la parroquia que más alumnos tiene en los
claustros del seminario y hay fundadas esperanzas de que dentro de breves años
algunos de sus hijos escalarán los peldaños del santuario. Esta
labor importantísima, como muy bien nos lo enseña la experiencia,
no es obra de realizarse de la noche a la mañana, y más en esta
época en que una de las principales dificultades del éxito, cual
es la escasez de dinero, ha venido a tomar proporciones alarmantes. El
carácter de los habitantes de la población que nos ocupa es sencillo,
franco y patriarcal, de ahí que casi todas las personas que van a establecerse
en ella guardan un grato recuerdo de su permanencia. Sus hijos gozan de regular
talento, el que esperamos se vaya perfeccionando más y más a medida
que se atienda mejor las escuelas, adoptando en ellas métodos adecuados
para ir desarrollando convenientemente las facultades de los niños. Las
facciones físicas son bastante perfectas, de ahí que no sea raro
encontrar entre las jóvenes algunas que llaman la atención por su
belleza. Le sería muy provechosa a La Playa una inmigración sana
de otras poblaciones, para así evitar esos matrimonios entre parientes,
los que no traen ningún buen resultado para el mejoramiento de la raza. En
lo político predomina en La Playa el elemento conservador, pero podemos
decir que hasta la hora actual no es un pueblo de presiones banderizas exaltadas;
allí pasada la lucha tirios y troyanos viven en completa armonía. La
Playa está llamada a ser, si no una población de área muy
grande por no permitírselo la topografía de su suelo, si una población
de rico comercio entre las de la provincias de Ocaña. Después de
recopilados los datos que hemos publicado se nos informó que los señores
Arévalos habían llevado el primer auto a su pueblo natal. El recorrido
no era muy largo por no contar con terreno plano bien extenso; se contentaba con
ir de la plaza a una de las agregaciones vecinas denominada "El Algodonal". Para
confirmar lo que más arriba hemos dicho sobre el carácter de los
hijos de La Playa vamos a reproducir con suma complacencia un rasgo edificante
del cual fue testigo el Pbro. D. Francisco C. Angarita.
Siendo párroco
de La Playa el citado sacerdote se le presentó un día a su despacho
el Señor don Miguel Claro, persona algún tanto tímida, a
hacerle la siguiente pregunta: Padre, yo le debo una suma de dinero a don AtanasioPérez,
pero hoy cuando se la fui a pagar me ha dicho que yo no le debo nada y por tanto
no me ha aceptado el dinero. Yo tengo conciencia de que se la debo y por eso es
deber míoel pagársela. ¿Qué hacer? El Sr. Cura le
hizo presente que don Atanasiocon la respuesta que le había dado lo exoneraba
de la obligación. A esto se apresuró a contestarle el Sr. Claro:
Padre, usted no debe decirme eso, ni aconsejarme que me quede con lo que no es
mío Deseoso de tranquilizarlo el Sr. Cura llamó a don Atanasio,
pero la medida no produjo efecto sino que dio lugar al diálogo más
encantador entre aquellos dos hombres honrados de los cuales el uno porfiaba para
que se le recibiera el dinero y el otro para rechazarlo. Viendo el Sr. Cura que
no había medio para que aquellos hombres cedieran, les propuso que de común
acuerdo cedieran el dinero al Pan de San Antonio. Aquí
ponemos punto final a esta mal pergueñada monografía. No nos ha
impulsado a tomar la pluma sino la gratitud a la simpática parroquia que
con tanta caridad nos albergó durante casi cuatro meses. Quiera la Santísima
Virgen de la Merced, su celestial patrona, derramar sobre ella sus bendiciones
maternales en abundancia para que de esta manera florezca en su seno cada día
más y más la virtud y desaparezcan los vicios; sus hijos se multipliquen
y con su perfecta formación moral e intelectual sean palanca poderosísima
de su rápido y sólido progreso, no solo material sino también
espiritual, ya que éste es el que dignifica y eleva a los pueblos. 1/
RECTIFICACIÓN Con
suma complacencia nos apresuramos a hacer una rectificación de los siguientes
conceptos publicados en el numero 187 de El Boletín Eclesiástico;
al tratar en la Monografía de la Parroquia de La Playa del solar que dejó
el P. Gerardino a beneficio de la instrucción pública decíamos:
"por desgracia la parroquia no ha venido aprovechándose de este
valioso donativo, pues sin duda, por incuria ya de los párrocos, ya de
las Juntas de Fábrica se perdió la escritura". El Sr. Pbro.
D. Cristóbal Castro L., antiguo párroco de la población cuya
historia escribimos, nos ha suministrado datos interesantes que nos obligan a
volver sobre este punto, pues bien sabemos que la historia es la expresión
de la verdad. Cuando
el Padre Gerardino se ausentó del país para ir a perfeccionar sus
estudios en Roma, le hizo una escritura de confianza al Padre Castro del mencionado
solar, con orden de trasladarla a quien correspondiera cuando el pueblo construyera
el local. Como volviere de Roma y aún no hubieran hecho nada en La Playa,
quiso el P. Castro devolverle la escritura, pero el otorgante se negó a
recibirla diciendo, de manera galante, que lo mismo estaba en sus manos que en
las de él. Pasado algún tiempo vino el Padre Cortés a La
Playa; al tener conocimiento de que existía tal donación y queriendo
construir la casa cural situada al lado de la iglesia, pensó en vender
el solar para invertir el dinero, en la obra proyectada. Tocó, como era
natural, el punto con el Padre Castro y éste le indicó que lo mejor
era dirigirse al Padre Gerardino, cura en ese entonces de Ciénaga, en atención
a que siendo él el donante le correspondía el cambio de inversión
que se le iba a dar al solar. El
padre Cortés le escribió al Excmo. Sr. Obispo tratándole
sobre el particular; como resultado de esta carta el Padre Gerardino se dirigió
al Padre Castro facultándole para dar la escritura a quien ordenara el
Padre Cortés. EL Sr. Emeterio Claro compró el solar y después
de haber dado el dinero correspondiente al Padre Cortés recibió
la escritura el Padre Castro. Se
había pues equivocado la persona que nos informó sobre el particular
y con esta aclaración todos los lectores de la Monografía quedarán
informados de la historia del solar dado por el Padre Gerardino a la Parroquia
de La Playa. Ahora sí comprendemos perfectamente la razón de no
haber tropezado con la citada escritura. Lo
que acabamos de decir lo apoyamos en cartas que tenemos a nuestra vista de los
Presbíteros Castro, Cortés y Gerardino. 2.
NOTA DE GUIDO PÉREZ ARÉVALO: Monseñor
Luis García Benítez, hermano del obispo Joaquín, fue mal
informado. El inmueble fue transferido a la parroquia por escritura número
211, del 3 de mayo de 1910, de la Notaría Pública del Circuito de
Ocaña, Departamento de Santander (copia de doña Rosalba Claro Sepúlveda,
publicada en www.laplayadebelen.org), por Praxedes Claro, Marcos Vega y el presbítero
Gerardino. Los dos primeros adquirieron el inmueble por adjudicación en
el juicio de sucesión de Juan Esteban Vega (Benedita, esposa de Praxedes,
y Marcos, eran hijos de Juan Esteban); el tercero, dice la escritura, por haber
dirigido la construcción de la casa, como cura párroco, con dineros
recaudados en el vecindario. Posteriormente,
por escritura pública número 81, del 5 de marzo de 1932, de la misma
Notaría, el obispo Joaquín García Benítez de la Diócesis
de Santa Marta, vendió la casa a don Pedro Claro Velásquez, por
la suma un mil pesos ($1.000.00). El padre Ángel Cortés inició
las obras de la nueva casa cural en el inmueble aledaño al templo.
Un informe del sacerdote al obispo de Santa Marta (5 de enero de 1937), publicado
en Temas de Historia, dice: "...procedí a ampliar la casa cural
y, en efecto, hoy cuenta ésta con ocho piezas útiles, fuera de comedor,
cocina y letrina... Ya verá S. E. Rma. que hay casa suficiente, con tres
patios y una granja para establecer una comunidad religiosa que viniera a enseñar
y a dar buen ejemplo a las niñas de esta región que, dicho sea de
paso, bastante lo necesitan". |