Centro de Historia de La Playa de Belén

NOTAS SOBRE MI ABUELO Y EL PADRE TAVO A PROPOSITO DE LA FOTOTECA

Por Uriel Arévalo Franco


 

Noto que la Fototeca lleva buen ritmo y aprecio mucho la energía que Luz Marina quiere imprimirle. De por sí el nombre es apropiado pues sugiere mucho más de lo que habitualmente se encuentra en una 'galería de imágenes'. La red se llenó de eso, de galerías. Muchas sin descripción alguna, frías, sin contexto que agregue valor. Meses atrás me topé con una foto vieja de mis padres en una red social. Me emocioné mucho. Cuando publicaron un sencillo texto alusivo, días después, me emocioné mucho más. La Fototeca es un ejemplo muy juicioso de lo que puede ser una. De manera que las felicitaciones son más que merecidas, Luz Marina.

 

Ella, según me cuenta, intentó convencer al padre Ismael Arévalo para que documentara una foto familiar antigua a fin de seguir nutriendo la Fototeca. Francisco Arévalo Claro y el padre Octaviano, su hijo, aparecen en ella, de medio cuerpo y con el semblante serio propio de las fotos de antes. El padre Ismael, dice Luz Marina, propuso más bien que este humilde servidor fuese contactado para hacer la tarea. Pienso que él, más que nadie, puede decirnos muchas cosas de la foto pero intuyo que quiere conocer como la percibe, la observa o la describe otra persona. A lo mejor con la idea de tener un punto de referencia para reanimar los recuerdos que conserva de su padre, Francisco, y de su hermano de causa y de sangre, Octaviano. O quizá esté interesado en que nosotros, sus consanguíneos, nos ocupemos por fin de un tema que para él tiene un gran significado. Quito el "quizá": Él está muy interesado. Especialmente ahora cuando el padre Octaviano (Tavo) cumple 40 años de haber iniciado la marcha hacia el Dios Padre.

Confieso con pena que no he leído mucho al padre Tavo. No por falta de voluntad. Más bien porque no he tenido sus obras a la mano. Y cuando tuve una cerca no era el momento más adecuado. En la pequeña y rústica biblioteca de mi padre o tal vez en la oficina de impuestos que administró en un tiempo Zoila Arévalo, mi tía, existía un ejemplar del libro "Los Dominicos en el Perú". Intenté leerlo en un par de ocasiones pero mi cabeza de adolescente no tenía la madurez que me animara más allá de las primeras páginas. Me gustaría tenerlo ahora, no tanto por el interés que pudiese despertarme la huella que los dominicos en el Perú dejaron, sino para construir lo que pudiera ser un perfil de su forma de ser y de pensar, algo que empiezo a vislumbrar al leer su discurso cuando fue recibido como miembro de la Sociedad Bolivariana de Colombia. El documento lo descubrí hace poco gracias a la Fototeca.

Recuerdo un encuentro con él en la Casa Mayor a instancias de mi padre. Creo que fue el único y lo tengo muy desvanecido. Es muy probable que haya preguntado por mí, conjeturo ahora. "Es Uriel, el quinto", pudo haber contestado mi padre. Quedé con el cuadro de un hombre alto, de cuerpo grueso y con una risa favorecida por una caja torácica generosa. No estuve en sus funerales pero tengo clara la imagen de mi padre recibiendo condolencias de sus amigos y él tratando de explicar en pocas palabras la vida y obra de su hermano fallecido. Con orgullo comentaba que se había ordenado en Roma y que hablaba varios idiomas. Mi madre estaba embarazada y siete semanas después dio a luz a un bebé que la fuerza del destino determinó sin ambages que se llamara Octaviano.

Mi abuelo Francisco murió el 15 de julio de 1945, dos meses después de arribar a sus 52 años y cuando la II Guerra estaba por terminar. Había nacido el 14 de mayo de 1893. Para entonces ya regía la Constitución que Caro y Núñez influenciaron. Se fue muy joven, realmente. Escuché alguna vez que buscó alivio en Bogotá al mal que lo atacó en sus últimos años. Es probable que en ese viaje pasó primero por Chiquinquirá para encontrarse con su hijo Octaviano, quien llevaba unos años allí estudiando en una institución que para entonces se llamaba el Colegio Apostólico. Una foto parece confirmarlo. Muestra a mi abuelo junto a Octaviano y mi padre Arnulfo. El escenario de la misma insinúa el patio central de un claustro religioso a juzgar por la gruesa columna que se aprecia detrás. El semblante de los tres es muy serio y se alcanza a percibir un dejo de preocupación. No recuerdo haber conversado con mi padre sobre la foto para saber de su papel en el viaje. Pienso que su misión fue acompañar al abuelo Francisco en una travesía que pudo tomar varias semanas. Dado que el abuelo Francisco murió en 1945, mi padre, en esa foto, no tenía más de 20 años pero menos de 18, creo que tampoco.

No tengo noticias de la inclinación política que mi abuelo ostentaba pero una mirada panorámica al pasado de la Provincia y a los políticos de la familia me permiten imaginarla. Su vida recorrió totalmente la llamada hegemonía conservadora, periodo histórico durante el cual el Partido Conservador se mantuvo en el poder. Inició en 1886 y se extendió hasta 1930. ¡Más de 40 años! La segunda mitad de ese período estuvo bastante marcada por el conservador más férreo que ha tenido Colombia: Laureano Gómez. El historiador James D. Henderson dice que el padre de Laureano vivió en Ocaña dedicado al comercio de joyas. Cuando empezaba a contemplar la opción de migrar a Bogotá tras el ocaso de su negocio, una rabieta producida por un muñeco cabezón que lo caricaturizaba, fue más que suficiente para decidir la partida sin atenuantes. El hombre tenía un carácter cargado de tigre y su hijo como que lo heredó. No puedo pensar otra cosa revisando los apodos que Laureano Gómez tuvo: "El Hombre Tempestad" o "El Monstruo".

Mi abuelo fue contemporáneo de Laureano Gómez, de la misma generación. Lo imagino reunido con amigos participando en el tema político del momento o tratando de influir en la conducción de cualquier debate electoral alentado seguramente por las noticias que llegaban del "Hombre Tempestad" y su verbo demoledor. Gaitán hizo lo propio con sus huestes, después. Con las historias que he escuchado, mi mente, sin darme cuenta, ha fabricado la imagen de un abuelo con carácter recio y de mal genio que instintivamente reafirma cada vez que veo una foto de él. Tengo dificultad para cambiar la imagen por otra con semblante menos adusto. No estoy tratando de proyectar un parangón entre Laureano Gómez y Francisco Arévalo con base en el carácter, ni más faltaba. La información la tomo como argumento para lanzar la tesis de que el poder, en cualquiera de sus formas, al menos por esas calendas y en nuestra tierra, estaba íntimamente ligado al carácter recio. Mi abuelo materno, Candelario Franco, socorre la tesis. Fue también un buen comerciante y sus hijos lo describen como un hombre "bravo".

Para el resto de Colombia los santandereanos somos bravos, en especial para quienes viven en el altiplano. Me lo recordaron muchas veces cuando cursaba mis estudios en Bogotá. "La Luciérnaga" de Peláez nos caricaturiza a diario. Cómo será entonces un bravo entre los bravos, preguntaría. Una descripción más generosa, poética si se quiere, hizo de nosotros Guillermo Vargas Paul al contestar el discurso del Padre Tavo aludido arriba: "Hombres fuertes surgen allí, de genio altivo y corazón templado, que conforman un conglomerado de excepcionales condiciones humanas, del cual puede enorgullecerse con justicia la patria. Parcos en el hablar, sencillos en el trato, extraños por temperamento a la ostentación de sus sentimientos, acuden sin alardes a la cita con el destino, empujados por ese supersensible concepto del honor y de la dignidad personal, que en ellos adquiere categoría heroica".

Sospecho que el abuelo Francisco fue más comerciante que político si me atengo a las historias oídas en los corredores de la Casa Mayor o al libro gordo de cuentas que aún puede verse en un rincón de su sala de recibo. O mejor, dedicó más tiempo al comercio que a la política. De todas maneras pienso que el éxito comercial está muy ligado a los asuntos de la política. No tengo duda con eso y es lo que vemos hoy día. Mi primo Guido Pérez, en su libro "La Playa de Belén", reseña un aviso de 1933 aparecido en una publicación quincenal que dirigió Carlos Daniel Luna. Allí se lee el surtido de artículos que comercializaba en sociedad con su hermano Ismael. El aviso tiene un encabezado que envidiaría Chaid Neme en sus comienzos: "Comerciantes y Comisionistas. Importadores y Exportadores". El comercio se hacía con la costa Caribe. Se enviaba cebolla, café o granos y se traía vestuario o artículos para el hogar. Fue una sociedad de hermanos que perdió sentido o se traumatizó cuando mi abuelo falleció, presumo yo. Tuvo que haberse iniciado un proceso de escisión de la sociedad para luego tramitar la sucesión con todos los herederos.

Valoro mucho que mi abuelo haya dedicado energías y recursos para formar y educar a sus hijos echando mano de las oportunidades que tuvo a su alcance. Sobre todo en una época en donde estudiar era un privilegio, así fuera unos pocos años. Pienso que mi padre pudo trazarse un camino gracias a ello. Escribía bien, tenía excelente ortografía, volaba con la máquina de escribir, leía con sentido crítico la prensa, le interesaba la realidad del país y la interpretaba a su manera, se relacionaba con facilidad; para hablar de tan solo algunas virtudes que considero heredadas o propiciadas por mi abuelo. En medio de la dificultad que planteaba la crianza de 11 hijos, trabajó y trabajó junto a mi madre, como pudo y hasta donde pudo, para atender en buena parte nuestras necesidades de educación.

El orgullo de mi abuelo tuvo que ser muy grande cuando supo del gran aprovechamiento de su hijo Tavo al terminar el bachillerato en Chiquinquirá. Más aún cuando se enteró que viajaría a Europa a continuar sus estudios. La biografía que el padre Campo Elías Claro hizo del padre Tavo no menciona el año del viaje pero cuenta que cursó teología cuatro años en el Colegio Angellicum de Roma y que se ordenó sacerdote el 26 de junio de 1949. Si cuento cuatro años hacia atrás a partir de la fecha de ordenación, encuentro que el padre Tavo recibió la noticia de la muerte de su padre apenas iniciando su estadía en Roma. El padre Ismael nos podría confirmar esta circunstancia que, de ser cierta, tuvo que haber causado un golpe sentimental muy fuerte a todos.

La foto que Luz Marina me envía la vi por primera vez hace más o menos seis años en la casa de Pedrito Claro. La casa está al otro lado del Playón al iniciar la cuesta que va para La Cruz. La figura del padre Tavo se entiende que está más al frente pero su rostro es más pequeño que el de mi abuelo. Las tonalidades grises de cada imagen son dispares. El retoque del rostro del abuelo le quita tantos años que un observador desprevenido puede pensar que se trata de dos personas con edades cercanas. El padre Tavo recibió el hábito de dominico en febrero de 1943 y el abuelo falleció en julio de 1945, luego la foto hay que ubicarla en medio de ese de periodo. No sé de las técnicas de fotomontaje que antes empleaban pero me inclino a pensar que sobre la foto original de mi abuelo se superpuso la del padre Tavo para cumplir con algún propósito especial.

Hay que sacar tiempo, mucho tiempo quizá, para seguir los pasos del padre Tavo y examinar en detalle sus facetas de pensador, escritor y humanista. Admiro mucho su paso por la Universidad de La Sorbona de Francia para formarse en ciencias sociales. Allí, como alumno y en perfecto francés, tuvo que escribir diversos documentos sobre las tendencias o los movimientos sociales del mundo. Tener uno a la mano sería una joya.

Agosto 01 de 2011.