| Sesión
Solemne Conjunta de la Academia de Historia de Ocaña y el Centro de
Historia de La Playa de Belén | |
| En
Sesión Solemne, celebrada en forma conjunta, por la Academia de Historia
de Ocaña y el Centro de Historia de La Playa de Belén, recibieron
hoy los diplomas de Miembros Correspondientes, de la Academia de Historia de Ocaña,
los señores Álvaro Antonio Claro Claro y Alonso Velásquez
Claro. La reunión, presidida por el doctor Luis Eduardo Páez García,
tuvo lugar en la Casa de la Cultura "Alonso Velásquez Claro"
y contó con la presencia del doctor Ernesto Collazos, Vicepresidente de
la Academia de Historia de Norte de Santander; don Julio Claro Lozano, Alcalde
Municipal; Señorita Karen Ascanio, Secretaria de Cultura Municipal; doctora
Luz Marina Claro Claro, Secretaria General del Centro de Historia; Señorita
Karen Arévalo Pérez, dibujante, pintora, ilustradora; miembros del
Concejo, docentes de los establecimientos educativos del municipio y numerosos
miembros de la comunidad. Guido
Pérez Arévalo, Miembro de Número de la Academia de Historia
de Norte de Santander, Miembro Correspondiente de la Academia de Historia de Ocaña
y cofundador del Centro de Historia de La Playa de Belén, pronunció
el Discurso de Orden. El
Centro de Historia otorgó diplomas de Miembros Honorarios, al R. P. Ismael
Enrique Arévalo Claro, al Alcalde, don Víctor Julio Claro Lozano,
a don Vólmar Ovallos Ascanio, exalcalde municipal, a don Ramón Antonio
Melo Pérez y a don Jesús Emiro Claro Velásquez. Angélica
Claro Claro, Gestora Cultural, recibió el diploma de Miembro Correspondiente.
La banda de músicos Patatoque amenizó la reunión. Antes de
la sesión solemne, el señor Alcalde ofreció una cena en el
restaurante El Portal. La Administración Municipal otorgó un reconocimiento
al Centro de Historia de La Playa de Belén y a cada de uno de sus Miembros,
por "recopilar, conservar y divulgar la memoria histórica del Municipio",
decreto No. 076 del 16 de noviembre de 2016. El
señor Alcalde concedió un reconocimiento a Guido Pérez Arévalo,
"Por sus valiosos aportes a la memoria histórica y cultural del Municipio
de La Playa de Belén". | | Mesa
principal de la Sesión Solemne Conjunta de la Academia de Historia de Ocaña
y el Centro de Historia de La Playa de Belén. | | | Decreto
No. 076, del 11 de noviembre de 2016, de Reconocimiento al Centro de Historia
de La Playa de Belén y a cada uno de sus Miembros por "recopilar,
conservar y divulgar la memoria histórica del Municipio". | | El
señor Alcalde, don Julio Claro Lozano, entrega el diploma de Miembro Correspondientes
de la Academia de Historia de Ocaña, al doctor Álvaro Claro
Claro, actual presidente del Centro de Historia de La Playa de Belén y
Miembro Correspondiente de la Academia de Historia de Norte de Santandder. | | Don
Jesús Emiro Claro Velásquez recibe el diploma de Miembro Honorario
del Centro de Historia de La Playa de Belén.. Lo felicita el doctor Ernesto
Collazos, Vicepresidente de la Academia de Historia de Norte de Santander. | | El
poeta Alonso Velásquez Claro recibe el diploma de Miembro Correspondiente
de la Academia de Historia de Ocaña. |
|
| | Académico
Alonso Velásquez Claro y el Alcalde, don Víctor Julio Claro
Lozano. | | Doctores,
Ernesto Collazos y Álvaro Claro Claro, miembros de la Academia de Historia
de Norte de Santander. | | | | Dr.
Luis Eduardo Páez García, entrega el diploma de M. Honorario de
don Ramón Melo Pérez a su hijo, Alexander. | | Luis
Eduardo Páez García, Luz Marina Claro, Angélica Claro, Guido
Pérez, Ernesto Collazos y Álvaro Claro Claro. | | | | El
doctor Luis Eduardo Páez García, acompañado de la doctora
Luz Marina Claro Claro, Secretaria General del Centro de Historia. | | Entrega
de diplomas de Miembros Honorarios del Centro de Historia de La Playa de Belén. |
|
| | En
la gráfica, entre otros, don Jesús Emiro Claro Velásquez;
doña Blanca Pérez de Perez; el profesor Octaviano Tarazona Ramírez,
su esposa, doña Ofelia Velásquez de Tarazona; doña Rosalba
Claro de Claro, con su esposo, don Gustavo Claro Peñaranda. Al
fondo, don Vólmar Ovallos Ascanio, con su esposa doña Milena Pérez
Claro, el profesor Roberto Cantillo Claro y don Campo Pacheco. También
se encontraba, con su familia, don Otoniel Claro, exalcalde de Teorama, con su
esposa doña Alix Numa. |
| | Cena
en el restaurante El Portal. Señores, Oto Claro y Gustavo Claro Peñaranda,
con sus esposas, doña Alix Numa de Claro y doña Rosalba Claro
de Claro. | |
| |
| |
| | Carlos
Mario Velásquez y su novia, Duglian Lohana López Herrera, estudiantes
de Comunicación Social, con los esposos, doña Adriana Domínguez
y el nuevo Miembro Correspondiente de la Academia de Historia de Ocaña,
poeta Alonso Velásquez Claro. | |
| | | Doña
Ligia Claro, Bibliotecaria Municipal, con la Secretaria de Cultura, Karen Ascanio
y la doctora Luz Marina Claro de Andrade. | Señores,
Otoniel Claro y Gustavo Claro, con sus esposas, doña Alix Numa y doña
Rosalba Claro. | | | Profesora
Zully Arévalo Claro, don Jesús Emiro Claro, doña Carmen Adel
Claro y la señora Torcoroma Ramírez de Navarro. | Doña
Magola Numa de Claro y don Armando Arévalo, padre de la pintora Karen
Arévalo Pérez, | | | Sor
Elba Luz Claro Claro, Miembro del Centro de Historia de La Playa de Belén
y Alexander Melo. | Guido
Pérez Arévalo, Pintora, Karen Arévalo Pérez, Alcalde,
Víctor Julio Claro, Dr. Ernesto Collazos y Dr. Luis Eduardo Páez
García. | | |
|
| | | Alcalde,
don Víctor Julio Claro Lozano, Miembro Honorario CHLPB. | R.
P. Fray Ismael Arévalo Claro, Miembro Honorario CHLPB. | | | Don
Vólmar Ovallos Ascanio, exalcalde, Miembro Honorario CHLPB. | Don
Ramón Melo Pérez, Miembro Honorario CHLPB. | | Presbítero
Álvaro Bayona Párroco
de La Playa de Belén Miembro
Honorario | Don
Jesús Emiro Claro Velásquez, Miembro Honorario del CHLPB. | | | | Rosalba
de Claro, Oto Claro y su esposa, Alix Numa de Claro. | | LuzMa
Claro de Andrade, Magola Numa de Claro y Guido Pérez. |
Ernesto
Collazos, Álvaro Claro, Angélica Claro y Karen Ascanio. |
| | Nuestra
pintora, Karen Lorena Arévalo Pérez, el doctor Ernesto Collazos
y don Armando Arévalo, padre de Karen. |
| |Luis
Eduardo Páez García|Academia de Historia de Ocaña|Presidente|12
de noviembre de 2016|La Playa de Belén| NUESTROS
NUEVOS MIEMBROS CORRESPONDIENTES -
Doctor Víctor Julio Claro Lozano, Alcalde Municipal de La Playa de Belén. -
Doctor Ernesto Collazos, Vicepresidente de la Academia de Historia de Norte de
Santander. - Doctor Guido A. Pérez Arévalo, miembro de las Academias
de Historia de Norte de Santander y Ocaña. - Señor Presidente
del Centro de Historia de La Playa de Belén, señor Álvaro
Claro Claro. - Doctora Luz Marina Claro Claro, Secretaria del Centro de Historia
de La Playa de Belén. - Señorita Karen Ascanio, Directora de
la Casa de la Cultura "Jesús Alonso Velásquez Claro". -
Recipiendarios, señores Jesús Alonso Velásquez Claro y Álvaro
Claro Claro.
Señoras
y Señores: Hemos
acordado con el Centro de Historia de La Playa de Belén, realizar hoy esta
sesión solemne y pública en la cual estaremos recibiendo oficialmente
a dos nuevos integrantes de la Academia de Historia de Ocaña, como miembros
Correspondientes.
En
sesión celebrada el día 1 de marzo del año en curso, propusimos
los nombres de ocho escritores y académicos para que ingresaran como Correspondientes
aprobándose por unanimidad la iniciativa.
Pasada
ya la primera fecha de posesión, el 14 de octubre en Ocaña, donde
se posesionaron los señores Pablo Emilio Ramírez Calderón
y Julio Anibal Perea Perea, pasamos a la segunda, este 12 de noviembre en La Playa
de Belén y culminaremos el 14 de diciembre en Ocaña.
Rezan
nuestros Estatutos: "Artículo 9º.- Son Miembros Correspondientes
los elegidos para tal dignidad por la Academia y que por múltiples razones
no residan en la ciudad o residiendo en ella se preparan para optar la calidad
de Miembros de Número. Para optar esta categoría, el aspirante deberá
ser propuesto por un Miembro de Número y aceptado en Asamblea General por
unanimidad"
A
la fecha, la Academia de Ocaña cuenta con 9 Miembros de Número Activos,
4 No Activos, 5 No Residentes, 9 Honorarios y 50 Correspondientes, uno de ellos
español, para un total de 77 miembros. Ellos han venido investigando y
dando a conocer sus trabajos en libros o publicaciones periódicas en sus
respectivas ciudades de origen, en Norte de Santander y en Colombia, contribuyendo
a aumentar el acervo historiográfico o literario del país.
En
estos tiempos difíciles para nuestra patria, cuando la cultura y la educación
han dejado de ser prioridades para el gobierno y las academias y centros de historia
apenas si logran subsistir en medio de sus problemas económicos u organizativos,
sentar un precedente de dinámica y de operatividad no deja de ser un acto
quijotesco. Ese ha sido el propósito de la Academia de Historia de Ocaña
que, para nuestro orgullo, se cuenta entre las pocas que en Colombia tratan de
seguir con vida en medio de problemas de toda índole.
En
2015, durante el desarrollo del XVII Congreso Colombiano de Historia, celebrado
en Bogotá entre el 5 y el 10 de octubre, comentábamos estos pormenores
de las academias departamentales con los colegas del país, logrando, de
alguna manera, que el nombre de la Academia de Historia de Ocaña tuviera
las repercusiones que sus 81 años de existencia ameritan. Estamos seguros
que estas circunstancias motivaron a la Academia Colombiana de Historia para otorgar
a nuestra entidad la Orden Centenario, que muy pocas academias nacionales ostentan.
Vimos
entonces, que era necesario redoblarlos esfuerzos para renovar el acervo humano
de la Academia, a través de vinculaciones que llenaran las expectativas
que la coyuntura histórica nos exige. Nuevos miembros, más trabajo
investigativo, más defensa de nuestro patrimonio cultural regional y departamental,
más participación en los certámenes nacionales, más
publicaciones, más relaciones interacadémicas y con los centros
de historia de Norte de Santander y del país.
Las
infortunadas políticas colombianas en materia de educación pública,
nos privaron en la década de 1980 de la enseñanza de la historia,
lanzando a niños y jóvenes a una ignorancia vergonzosa de su pasado
y a la falta de la conciencia crítica. De la mano con estas anomalías,
van la pérdida de la identidad cultural y el paso expedito para que la
globalización y las influencias foráneas borren de un golpe el alma
de los pueblos, sus tradiciones y costumbres, sus leyendas y mitos, su habla popular,
su gastronomía, juegos infantiles, música popular, entre otros aspectos
que hacen parte de nuestra herencia precolombina e hispánica.
El
reto que enfrentamos hoy quienes hacemos parte de las academias departamentales
y los centros de historia, es grande y variado, y exige un compromiso cotidiano.
Ser miembro de una academia de historia o de un centro de historia es entender
que desde la investigación, las artes y las letras, se construye futuro,
se construye municipio y se construye país cada vez que llevamos a cabo
una conferencia, un conversatorio, un seminario, un congreso; cada vez que publicamos
un libro, una columna de opinión, un ensayo, una crónica; cada vez
que contribuimos a fortalecer la música, las artes plásticas, el
teatro y la danza o la poesía.
No
nos hemos equivocado al proponer y aceptar a estos dos nuevos miembros oriundos
de La Playa de Belén para que nos acompañen en la lucha por Colombia
y por la región. Álvaro Antonio Claro Claro y Jesús Alonso
Velásquez Claro ostentan excelentes hojas de servicios a la cultura provincial,
departamental y nacional. Son dignos herederos de sus ancestros que forjaron este
paisaje místico en 1862 junto a esa maravilla que se levanta en sus cercanías,
"
los altos, los duros, los broncos estoraques", que magistralmente
cantara el poeta Eduardo Cote Lamus.
Han
sido hasta hoy, miembros de la Academia de Historia de Ocaña, fray José
María Arévalo Claro, sacerdote e historiador dominicano, Carlos
Daniel Luna Manzano, quien fuera Numerario y Secretario de nuestra Academia, Jairo
Claro Ovallos y Guido A. Pérez Arévalo, abogado e historiador de
reconocida trayectoria intelectual.
Los
ya fallecidos, dejaron una huella imborrable en la comunidad intelectual de Norte
de Santander y el doctor Guido A. Pérez Arévalo sigue encaminando
juventudes hacia la excelencia, con sus don de gentes y su altura conceptual que
se refleja en sus obras de historia y literatura.
Los
anteriores y nuestros dos nuevos colegas, tienen un denominador común:
el amor por la tierra que les vio nacer, que les acunó en su regazo maternal
hasta que desplegaron sus alas para sentar sus reales en parajes distantes. Pero
nunca han olvidado sus raíces, sus hermosas casitas blanquecinas cuyas
típicas ventanas conducen hacia el universo de lo cotidiano, hacia el fuego
sagrado de los hogares forjados en los valores añejos, esos valores que
sustentan la patria y la familia. Vemos
con muchas frecuencia, cómo el trabajo de rescatarlas historias locales
se evidencia en los sitios web creados por el doctor Guido A. Pérez y Álvaro
Claro, Presidente del Centro de Historia de la Playa de Belén. Allí
se recoge el pasado y el presente, personajes, crónicas, sueños;
desfilan por estas publicaciones las bellas hijas de La Playa y las anécdotas
de tiempos idos plasmadas en bellas imágenes fotográficas.
Lo
propio ha venido haciendo Jesús Alonso Velásquez Claro, que le canta
a la familia, a la maestra de escuela, al amor; que recrea las historias locales
a través de sabrosas crónicas, como las que contiene el libro Así
en la tierra como en mis versos.
Cómo
quisiéramos que estos ejemplos de vida se multiplicaran entre las juventudes
playeras, en las de Ocaña y en las de otras poblaciones de la antigua Provincia.
Porque si hay algo que nos viene preocupando desde hace buen tiempo, es la falta
de interés por las artes y las letras, incluida por supuesto la historia,
desde una perspectiva profesional, perseverante.
Damos,
pues, posesión oficial como nuevos Miembros Correspondientes, a los señores
Álvaro Antonio Claro Claro y Jesús Alonso Velásquez Claro,
instándoles para que no desmayen en su cometido. Ingresan ustedes, señores,
a una de las instituciones culturales e investigativas más antiguas del
oriente colombiano.
Un
saludo afectuoso y fraterno de todos los miembros del Centro de Historia de L
Playa de Belén, para los recipiendarios, para el señor Alcalde Municipal,
para Karen Ascanio y Angélica Claro, para el doctor Guido A. Pérez
Arévalo y para todos y cada uno de los asistentes que engalanaron con su
presencia esta sesión académica conjunta
Luis
Eduardo Páez García Presidente Academia de Historia de Ocaña. La
Playa de Belén 12 de noviembre de 2016. | |
| |Guido
Pérez Arévalo|Discurso de Orden|Academia de Historia de Ocaña|12
de noviembre de 2016| Ingreso
de Ávaro Claro Claro y Alonso Velásquez Claro a la Academia
de Historia de Ocaña
Celebro
este maravilloso encuentro de los miembros de la Academia de Historia de Ocaña
y del Centro de Historia de La Playa de Belén. Se contribuye así
al desarrollo de la historia, las letras y la cultura regional, y se exalta a
nuestra tierra con la entrega de los diplomas, que los acreditan como Miembros
Correspondientes de la Academia, a los ilustres coterráneos, Álvaro
Antonio Claro Claro y Jesús Alonso Velásquez Claro.
Los
hijos del Paraje de Llano Alto, donde crece y sueña La Playa de Belén,
expresamos nuestra gratitud, por esta distinción, al señor presidente,
doctor Luis Eduardo Páez García y a los miembros de la honorable
Junta Directiva de la Academia de Historia de Ocaña.
Los
recipiendarios
He
seguido con persistencia los pasos de mi apreciado amigo Alonso Velásquez
Claro desde sus tiempos de estudiante en el colegio Fray José María
Arévalo, donde dirigió el periódico Impacto. Escribía
versos y crónicas sobre actividades municipales. Desde aquella época
coquetea con la izquierda, respetable posición política, que campea,
con simpatizantes y adversarios, en todas las latitudes. Por esa legítima
circunstancia, tropezó con la clase política tradicional. La controversia
lo alentaba y en cada edición de su periódico aparecía más
afilada su pluma.
En
el prefacio de su libro, "A golpe de versos", dije que había
sido un muchacho irreverente y recordé que "Testimonio", el periódico
que fundó y dirigió en Cúcuta, llevaba encendidas las hieles
de su reclamo social. También dije que en Girón, donde todavía
vive, tenía su fábrica de versos, su guitarra y su propia Dulcinea.
Si, por aquí anda, para acompañar a su Quijote, la dulce Adriana,
quien inspira sus versos y acompaña sus canciones; ella levanta su espíritu
y es el paliativo en los duros momentos. Por esas tiernas circunstancias, en alguna
ocasión acudí a un poeta palentino, para decirles que son "...campo
y cielo, rama y nido".
Álvaro
Antonio, mi noble amigo. Déjeme recordarle que hemos sido compañeros
de travesías culturales; muchas actividades las hemos explorado juntos,
las hemos plasmado juntos. Mi primer trabajo sobre el terruño contó
con su consejo, con su valioso aporte, con sus ilustraciones, con su entusiasmo.
Juntos logramos la edición de Saudades, la obra poética del Padre
Campo Elías. Con Sixto Nahún Ovallos, lo acompañamos a la
entrevista que hizo a don Julián Arenas para consolidar su investigación
sobre la Banda de Músicos La Merced.
He
admirado su trabajo fotográfico, su encuentro con la crónica y su
compromiso permanente con nuestra tierra. A través de su cámara,
se han mostrado, en revistas nacionales y regionales, nuestro maravilloso entorno
natural, las calles y los festejos populares. Así nuestros valores enriquecen
la convocatoria nacional a creer más en la patria colombiana. Saludo, también,
a doña Magola Numa, su esposa, vehemente defensora de los recursos naturales,
amiga de las aves y del agua. La
familia Claro
Los
Playeros, casi todos, compartimos la misma sangre. El padre Luis García
Benítez, en su Monografia Eclesiástica, publicada en 1931, dijo
que "el apellido Claro es uno de los principales de La Playa, y desde el
origen de la Parroquia no hay obra buena y de progreso en la cual no figure alguno
de este apellido, descendiente, sin duda, de don Juan". Se refería
a Juan Claro Arenas, hijo de Antonio Jesús Claro y María Nicolasa
Arenas Toro. Julián, Miguel Dolores, José Abenino, Vidal, María
Dionicia de la Trinidad y María del Carmen, fueron sus hermanos, casi todos,
cabezas de numerosas familias.
No
podré extenderme sobre las ramas familiares porque el tiempo apremia, pero
algo diré de mi investigación en curso, titulada "Los fundadores",
con el propósito de reseñar algunos acontecimientos comarcanos:
Miembros
de la familia CLARO, de varias ramas, aparecieron en Colombia a partir del siglo
diecisiete, procedentes, seguramente, de Estados Unidos, México, Argentina,
Chile y Uruguay, entre otros países, como resultado de migraciones iniciadas
en España que buscaban nuevos horizontes económicos al otro lado
del Océano. Los primeros niños fueron registrados en El Sagrario,
parroquia del puerto de Santa Marta y, posteriormente, se produjo un desplazamiento
a la provincia de Ocaña con marcada incidencia en el distrito parroquial
de Aspasica.
Por
escrituras públicas de la época, se conoce el asentamiento en el
entorno de Aratoque donde adquirieron las tierras de una antigua hacienda, la
más importante del área Boquiní, a la cual se llegaba desde
Ocaña -según el notable historiador Jorge Meléndez Sánchez
(Vivir la región, pags. 106-109)- por el Camino Real de Peritama, pasando
por el sitio de La Playa.
Muy
importante debió ser el sitio de Aratoque porque los curas doctrineros
viajaban desde Ocaña con el propósito de administrar algunos sacramentos.
El 24 de febrero de 1690, el presbítero Lucas de la Cruz, con licencia
del Vicario Eclesiástico, casó allí a Francisco Freile con
Sebastiana. Fueron padrinos, Pedro y Agustina, indios. Testigos, don Jorge de
Linares y muchas personas.
Las
parroquias de El Sagrario, de Santa Marta, y de Santa Ana, de Ocaña, recibieron
inicialmente la mayor demanda de los inmigrantes. Otros fueron bautizados en Río
de Oro, Cesar, Ábrego y González. En la parroquia Santa Catalina,
de Aspasica, se encuentran registradas numerosos bautismos, matrimonios y defunciones
de la familia Claro.
CLARO,
del Latín, Clarus. Bañado de luz, limpio, puro, transparente. RAE
He
sabido que los escudos no pertenecen a los apellidos sino a las familias, pero
existe estrecha relación entre los dos conceptos. Una descripción
publicada en Internet dice que el escudo de armas de la familia Claro "está
formado por los símbolos y esmaltes que caracterizaron a los caballeros
de este linaje, la plata como símbolo de fe, pureza e integridad. Defienden
a las doncellas y amparan a los huérfanos. El azur es el símbolo
del agua, de la continuidad de la vida; es un color de nobleza, belleza, castidad
y fidelidad. El oro es símbolo de poder, riqueza, magnanimidad, esplendor
y nobleza; quienes llevaban en sus escudos este metal cultivaban las Bellas Letras".
Claro
se encuentra entre los apellidos hispanos de origen sefardita, un grupo cultural,
descendiente de los judíos, que vivió en la Península Ibérica
(España y Portugal) hasta 1492, cuando sus miembros fueron expulsados.
El grupo participaba de lengua, tradiciones y costumbres, aproximadamente, desde
el siglo primero de nuestra era y se extendió por toda España y
Portugal.
El
9 de febrero de 2014, el parlamento español modificó el Código
Civil para devolverles la ciudadanía a los descendientes que acrediten
los apellidos relacionados en las listas publicadas, vivan o no en España,
sin perder la nacionalidad de origen.
En
alguna ocasión, escribí a un experto en genealogía, residente
en Miami, sobre mis inquietudes. No obstante mi escepticismo, recibí respuesta
al día siguiente: "Entiendo -decía- que es Claro
un apellido de origen geográfico, y que se refiere a un "claro"
en un bosque o en la llanura. Me inclino a pensar así porque los primeros
caballeros que portaron el apellido se llamaban "De Claro", o "Del
Claro", o sea que poseían tierras de esas características,
y con ese nombre. Decir "Pedro del Claro", equivalía a decir
Pedro, señor del claro, como podría ser señor de la vega,
o señor del llano".
Don
Manuel Ancízar visitó La Palma, hoy Hacari, en 1850. Dice en su
obra, "Peregrinación de Alpha", que encontró un pueblo
con 18 ranchos y una iglesia muy humilde, a cargo de un cura anciano, inválido
y achacoso, que quería retirarse del puesto pero la pobreza se lo impedía.
Era el cura Francisco Fermín Claro, a quien también encontré
en los archivos de la Diócesis de Santa Marta, pues hasta esas instancias
habían llegado algunas quejas de las autoridades locales. El alcalde, el
juez primero parroquial, el tesorero y los miembros del cabildo, remitieron un
memorial al obispo sobre las calamidades del pastor. No podía cabalgar
para atender a los enfermos de las veredas; era sordo, como una tapia, y se quejaba
de grandes dificultades para caminar, por una hernia o quebradura, que padecía
desde los últimos tres años. Ante la inminencia de su retiro, el
padre Fermín se defendió, como pudo, porque la pobreza le impedía
dejar el cargo y la miseria amenazaba sus postreros días. Dijo, en su favor,
que los feligreses no hablaban con vigor y que los caminos estaban intransitables
por el invierno. Pero perdió la batalla. Había llegado a La Palma
el dos de noviembre de mil ochocientos veintiocho, a reemplazar al párroco,
José de Jesús Quintero, y permaneció en este lugar hasta
el año de mil ochocientos cincuenta y siete.
En
Cartagena, el 20 de mayo de 1817, había sido designado Sacristán
Mayor de la Iglesia Parroquial de la ciudad de Ocaña. También firmó
como Teniente de Cura durante su paso por Santa Ana de Ocaña y Santa Bárbara
de La Cruz, hoy Ábrego.
Me
aferré a su desgracia para buscar el hilo conductor que me llevaría
hasta sus orígenes. Encontré su nombre, en Noticias Históricas
de la Ciudad y Provincia de Ocaña, del doctor Justiniano J. Páez;
figuraba con el rango de Sacristán Mayor, entre los clérigos seculares
y regulares del Cantón de Ocaña en 1826. En la misma lista, aparecía
el presbítero Antonio Claro a quien encontré en otro lugar como
amo de una esclava llamada Josefa. De paso por la obra de don Luis A. Sánchez
Rizo, me informé, también, de la presencia de Dionisio A. Claro
y Olegario Claro, quienes fungieron como alcaldes de Ocaña.
El
presbítero Francisco Fermín había nacido en Ocaña,
en el hogar de Salvador José Claro y María Eusebia Quintero Príncipe.
Fue bautizado en la parroquia de Santa Ana, el 9 de julio de 1780. Sus padres
se habían casado, también, en Santa Ana, el 14 de septiembre de
1779.
Don
José Salvador, su padre, era hijo de Buenaventura Claro y Antonia Buenaventura
de Santander y Bolaos. Tuvo siete hermanos, todos nacidos en Ocaña y bautizados
en Santa Ana.
En
los datos de su tío, Antonio Santiago, venía el origen de sus abuelos,
Ventura Claro y Antonia Buenaventura de Santander y Bolaos. Eran españoles.
Aspasica
atrajo a los españoles desde los primeros años de la conquista de
la región. Juan Gómez Álvarez de Aguilera y otros compañeros
de Francisco Fernández de Contreras, fundador de Ocaña, tuvieron
aquí su residencia o fueron encomenderos. Las memorias de nuestro corregimiento,
con templo colonial, alcanzan para una obra de interés nacional.
La
familia Gaibrois Nieto
Con
Albertilde Nieto Contreras casó don Luis Gaibrois. Vivieron en Aspasica
y desde su hogar tejieron una hermosa historia. De
mi admirado y apreciado amigo, don Leonardo Molina Lemus, ya fallecido, llegó
a mis manos una nota escrita el 15 de septiembre de 1971. Esto fue lo que escribió
en un libro eclesiástico de la parroquia del municipio de El Carmen:
"El
señor José Trinidad Gaibrois, cuya partida se encuentra al folio
12 de los nacimientos correspondientes a 1852, llegó a ser un eminente
escritor. Gaibrois de origen suizo, fue colaborador de "Papel Periódico
Ilustrado" que en Bogotá dirigía el Gral. Alberto Urdaneta.
Gaibrois fundó en Bogotá en 1888 la revista "Colombia Ilustrada"
donde colaboraron los más notables escritores colombianos de esa época,
como Fallon, Pombo Marroquín, Caro, Isaac, etc. Contrajo matrimonio con
la ilustre dama bogotana Soledad Riaño. Fue Secretario de la Embajada de
Colombia y también ministro encargado de esta legación. Escribió
el libro "La mosquitia colombiana". Su hija Mercedes Gaibrois de Ballesteros
y Beretta, fue miembro de número de la Real Academia Española de
la Historia. Gaibrois murió en Bogotá en 1899. También fue
Secretario General de la Presidencia durante los cinco días de gobierno
de Guillermo Quintero Calderón".
En
la obra, "José Eusebio Caro y otras vida", capítulo IX,
don Leonardo publicó una biografía de José Trinidad Gaibrois.
Allí cuenta que el notable escritor era hijo de Albertilde Nieto y Luis
Gaibrois, un industrial de origen suizo. Había nacido el 6 de junio de
1852 y fue bautizado el 27 de septiembre del mismo año. Estudió
en Panamá y Estados Unidos de Norteamérica Albertilde,
la madre de José Trinidad -dice el autor- provenía de una prestante
familia de Aspasica. Sus hijos, José Trinidad (1852) y Manuel (1855), nacieron
en El Carmen; María Josefina (1862), en Ocaña; Eugenia Gebiva (1882),
en Aspasica. El 13 de septiembre de 1886, don Luis Gaibrois firmó como
testigo del compromiso matrimonial de Federico Navarro con Margarita Díaz,
en la parroquia de Santa Catalina.
Luis
Gaibrois era hijo de Pedro Gaibrois y Josefina Carabat; Albertilde había
nacido en el hogar formado por Manuel Zolio Nieto y Ramona Contreras. La
Playa de Belén, 12 de noviembre de 2016
|
| |Álvaro
Antonio Claro Claro|Ponencia para ingreso como M. C.|Academia de Historia de Ocaña|12
de nov. de 2016| Apuntes
sobre Historia, Relgión y Cultura En
el año 1492, España es testigo de varios eventos que cambiarían
drásticamente el curso de la historia. La inquisición contra los
conversos, la expulsión de los judíos, la cristianización
forzosa de los musulmanes y el descubrimiento de América por Colón
con el apoyo de los reyes católicos cuyo verdadero interés se concentraba
en cristianizar y explorar los pueblos conquistados. Ante
el descubrimiento y exploración del nuevo mundo, los europeos impusieron
sus valores, su forma de pensar, el idioma y su religión. Cuando Los conquistadores
ingresaban a pueblos desconocidos, para legitimar su conquista, invocaban derechos
jurídicos, morales y la urgencia de evangelizar las almas de los moradores
a nombre de su monarca recibiendo estos a cambio parte de las tierras conquistadas
y las encomiendas por encargo.
La
cristianización de los indígenas, bajo el sistema de la encomienda,
permitía la enseñanza religiosa y el avance de la conquista por
lo que las grandes órdenes religiosas de Europa autorizaron el acompañamiento
de evangelizadores en cada una de estas empresas para que fueran los gestores
de la conversión de estos nuevos súbditos de la corona. El predicador
ingresaba con los ejércitos y el indígena apenas podía distinguirlo
del conquistador.
Las
ordenes de los Dominicos y los Franciscanos fueron las primeras que comienzan
a realizar su labor en el continente americano; años más tarde se
realiza el arribo de las órdenes de los Agustinos y los Jesuitas.
La
función de la iglesia en las empresas conquistadoras y colonizadoras del
nuevo continente era muy importante pues fue quien puso límites y reclamó
ante la corona por los abusos y la explotación a que fueron sometidos los
pueblos nativos. Un claro ejemplo fue Fray Bartolomé de las casas, quien
antes de ordenarse hizo parte de la guerra contra los indios y luego fue encomendero;
trataba a los indios con bondad pero era testigo del maltrato cruel y de la explotación
brutal a que eran sometidos en estos territorios los indígenas (Muchas
familias optaban por el suicidio para liberarse definitivamente de sus opresores);
renuncia Fray Bartolomé a sus encomiendas y empieza a predicar en contra
y a condenar aquel sistema; denuncia las matanzas que se han cometido por la ambición
y la codicia de los españoles insensibles al dolor. Algunos en España
lo acusaron de antipatriota por mantener su férrea lucha por el bienestar
de los indios.
La
nueva estructura social del nuevo continente se basó en la convivencia
de dos comunidades étnicas y culturales formadas por los indios y los españoles;
con el tiempo se irían agregando los mestizos y los negros. La conquista
destruyó el orden social prehispánico obligando a los indios a someterse
a las nuevas normas creadas por la anexión del mundo americano al Imperio
hispánico. Cuando los conquistadores ingresaban a un territorio y decidían
establecerse definitivamente, la iglesia era una de las primeras construcciones
en levantarse para resolver las necesidades espirituales de los nuevos moradores
y para iniciar la cristianización de los conquistados. Inicialmente eran
pequeñas construcciones de madera y paja; en la medida que los poblados
se consolidaban, empezaban a mejorarse las características de estos templos
convirtiéndose en el símbolo que representaba la importancia de
la población. Los
religiosos alternaron su misión evangelizadora con una intensa actividad
cultural y monopolizaron casi por entero la enseñanza e impulsaban el florecimiento
de las artes. LAS
HUELLAS DE NUESTROS ANCESTROS
Definidas
ya por Américo Vespucio varias rutas de navegación a las indias,
en los albores del siglo XVI se inician las grandes empresas de penetración
y asentamiento continental, los europeos imponen su dominio político y
cultural sobre los pueblos de los imperios Azteca, Inca y Maya.
Íñigo
de Vascuña (también se le conoce como Basconia, Bascoña o
Bascona) fue el primer blanco que pisó tierras del Norte de Santander.
Natural
de la Villa de Arévalo y capitán de la guardia de Ambrosio Alfínger,
había salido de Coro, Venezuela, en una expedición formada por cuarenta
jinetes y ciento treinta peones, el día 9 de junio de 1531.
Dice
la crónica que Alfínger, urgido de refuerzos y temeroso de perder
el oro recaudado a su paso, decidió despachar, desde Tamalameque para Coro,
al capitán Íñigo de Vascuña, "el día de
reyes de 1532, acompañado de veinticuatro hombres y llevando treinta mil
pesos que era todo el oro que hasta la fecha se había recogido".
Vascuña
y sus hombres se extraviaron durante el regreso, porque en lugar de tomar el mismo
rumbo utilizado para llegar hasta Tamalameque pretendieron ganar tiempo siguiendo
la serranía hacia el sur. Entraron en las depresiones de los valles de
Ocaña y terminaron perdidos en pantanos y montañas despobladas,
donde padecieron terribles sufrimientos.
Sin
provisiones, debilitados por las dificultades del camino y las soledades de la
selva, Íñigo y sus compañeros decidieron aliviarse de la
carga dejando el oro enterrado, según se dice, al pie de una hermosa ceiba.
Las conjeturas de algunos historiadores ubican el tesoro en algún paraje
del actual corregimiento de Las Mercedes, perteneciente al municipio de Sardinata,
próximo a los limites de La Vega de San Antonio.
Seguramente,
del paso de los mencionados expedicionarios por nuestros territorios surgió
la dudosa hipótesis de nuestra ascendencia aria. Alfínger era tudesco,
pero la mayoría de sus hombres pertenecía a la raza española:
casi todos eran extremeños y andaluces. Ocaña
"En
1570, Francisco Fernández de Contreras llega al valle de los Hacaritamas
y solicita a las autoridades de Pamplona autorización para fundar la ciudad.
El 14 de diciembre de 1570, se lleva a cabo el ritual de la fundación,
poblándose el lugar con 36 vecinos.
La
ciudad se fundó con el nombre de Ocaña, como homenaje del fundador
a don Pedro Fernández de Bustos, originario de Ocaña, en España.
Ocaña
surge como un "puerto terrestre" y ruta comercial obligada entre Pamplona,
el centro del virreinato y la Costa Caribe a través del río Magdalena."
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| |Jesús
Alonso Velásquez Claro|Ponencia para ingreso como M. C.|Academia de Historia
de Ocaña|12 de nov. de 2016| | | REMINISCENCIAS
JOSEMARISTAS Los
años 70 marcaron un hito en la historia de mi vida. Se abrieron inesperadamente
ante mis ojos asombrados y a los de muchos de mis contemporáneos, los horizontes
de la cultura y el conocimiento científico, gracias a la entrada en funcionamiento
de nuestro Colegio.
Un
modesto grupo de jóvenes inexpertos, tímidos e inocentes, nos dispusimos
a buscar nuestro destino y a ensayar nuestros sueños en la tarima del saber.
Y fue allí en una esquina del dormido parque, donde convocamos al duende
de los sueños para imaginar un futuro de progreso y cultura para un puñado
de muchachos ambiciosos y anhelantes con la firme convicción que en el
claroscuro de una larga noche, se presentía un alba propicia para el cumplimiento
de nuestros ideales. Los viejos estantillos, carcomidos por el tiempo y las tejas
lamosas de la secular vivienda, fueron testigos insomnes del palpitar ardiente
de veinticinco corazones jóvenes, con ansias desaforadas de recibir la
instrucción y todo el bagaje cultural que escuchaban y medio veían
a través de las escasas comunicaciones que existían en aquel pedacito
de mundo. De ahí en adelante surgió, como un arco iris de esperanza,
el Colegio Fray José María Arévalo, que se convertiría
en el eje central de toda actividad académica, lúdica o cultural,
lo cual dividiría en dos épocas, la historia de La Playa de Belén.
Tuvimos
la fortuna de contar con el estímulo de aquellos maestros que nos acompañaron
en la infancia y la adolescencia, de quienes aprendimos y a quienes debemos lo
que somos... Esos ángeles siempre estuvieron allí presentes, a nuestra
vera, con el abrazo cálido, la palabra fértil, el consejo certero
y la sonrisa ampulosa de cariño... "Esa vieja casona solariega que
educando a sus hijos liberó". Se me ocurre pensar que esta frase del
Himno de FUNDAPAC, resume en forma sucinta, la primera etapa del claustro josemarista,
en un momento donde era imprescindible que la educación secundaria llegara
a nuestro pueblo... Y llegó de la mano y la inventiva de un educador innato
que creía en la pujanza y la visión progresista de los playeros.
CÉSAR JULIO CONTRERAS, no sólo fue pastor espiritual de almas, sino
un maestro consagrado a sus estudiantes. Siempre quiso que los tímidos
alumnos de entonces, nos convirtiéramos en los personajes que se encargarían
de abrir la brecha generacional que rompiera ese mito de ser uno de los pueblos
más olvidados de la Provincia de Ocaña, y a fe que lo logró,
porque cada vez son más los profesionales playeros que escalan el universo
laboral y social del país, callada pero seguramente. Para él mi
fraterna gratitud y mis oraciones permanentes por su bienestar.
Una
situación ocurrida en el año de 1974, durante el periodo rectoral
del Presbítero Elías Atehortúa Concha, hoy Monseñor,
pasó de ser una anécdota estudiantil, a convertirse en uno de los
recuerdos que más lúcido conservo en mi mente y mi corazón,
tiene que ver con una convocatoria que se hizo entonces para la creación
de los símbolos del Colegio: Himno, escudo y bandera. Para los proyectos
del escudo y la bandera, se inscribieron varios compañeros. Sin embargo,
para lo del himno, apenas nos apuntamos la Señora Doris Claro Ojeda y quien
esto escribe. Ante tal situación, las directivas decidieron declarar desierta
esta parte de la convocatoria. Como nos aprestábamos a disfrutar de las
vacaciones de mitad de año, se me ocurrió ofrecerme ante el Señor
Rector, para elaborar la letra del himno, ya que yo solía escribir canciones,
poemas y cuentos que presentaba a consideración del colegio en los famosos
Centros Literarios, que en mal momento se eliminaron de los actuales sistemas
educativos, ya que estos contribuían a descubrir en el estudiantado una
infinidad de talentos que, de otra manera, nunca hubiesen podido ser conocidos
y que aportaron en mucho, a un gran movimiento emergente de figuras que posteriormente,
fueron conocidos como los artistas del momento. Debido a entretenciones más
poderosas que mi amor por la escritura, como el fútbol, nuestros paseos
a "El Sanjuanero" y las salidas a pescar lauchas y aguagatos en las
quebradas que circundaban nuestro pueblo, se pasó volando el periodo vacacional
y no escribí ni una sola letra del trabajo con el cual me había
comprometido ante rectoría. Apenas ingresamos nuevamente a clases, el Rector
me llamó a su oficina para pedir los resultados de mi ofrecimiento, ante
lo cual tuve que responderle negativamente. Con esa estricticidad que siempre
lo caracterizó, se dirigió hacia mi con su mirada fija e inquisidora
y me dijo: "¿Cómo así que no hizo nada, jovencito. Y
luego usted no se comprometió conmigo
?
"Pues ahora no
va a ser un ofrecimiento suyo, sino una exigencia mia: Tiene 8 días para
que me traiga ese himno escrito, bajo el agravante que si no lo hace, pierde usted
las materias coprogramáticas por el resto del periodo académico
"
Ante
tal advertencia, salí de su oficina cabizbajo y preocupado, pues sabía
que si perdía aquellas materias complementarias, como: trabajos manuales,
ahorro, bibliotecología y otras tantas, estaría arriesgando mi tercer
año de bachillerato, asi que sin pensarlo dos veces, me dediqué
y partir de ese momento, a pensar en cómo armar un canto que transmitiera
no sólo a mi generación, sino a las venideras, ese anhelo vehemente
que invadía nuestros corazones por ver un mundo mejor, en paz, reconciliado
con todos los hermanos y sobre todo educado y liberado. Entonces recordé
que un profesor amigo de la época, había puesto en mis manos un
libro que había revolcado mis más hondos sentimientos de cambio
en todos los sentidos, pero principalmente en el tema de la educación.
El libro se llamaba "Pedagogía del oprimido", del pedagogo y
filósofo brasilero Paulo Freire, el cual consistía en un estudio
sobre la importancia de la educación en aspectos tan relevantes como la
libertad de las personas, exponiendo que, para que una persona fuese realmente
libre, necesitaba de una educación que le permitiera pensar por sí
misma de forma crítica sobre lo que le rodeaba y tener sus propias ideas
sobre ello. Basado en la principal de sus premisas le puse por título a
mi trabajo "EDUCAR ES LIBERAR" y a los 7 días siguientes regresé
nuevamente a la Rectoría para entregar al religioso, el fruto de largas
noches de insomnio, pensando, dañando cuartillas y estudiando, a tan corta
edad, aquel libro que marcaría por siempre un pensamiento que aún
hoy, en el declive de mis años, me sigue asombrando y enseñando.
Al entregar el himno con música incluida y luego de las pertinentes revisiones
ortográficas, semánticas y de estilo, fue por fin estrenado y declarado
oficialmente como símbolo de nuestro colegio, el 19 de Marzo de 1975, en
ese entonces, su fecha conmemorativa de aniversario. Cabe aquí anotar también
a manera de dato jocoso y de divertida recordación, que cuando Monseñor
Elías llevó a una reunión de padres de familia la letra del
himno para ponerla a consideración de los presentes, un personaje playero
de alta alcurnia que fungía entonces como representante departamental,
se molestó porque en una de las estrofas rezaba: "Siempre adelante
autores del mañana, semilla fértil que parirá la paz",
arguyendo que la palabra "parir" eera casi una obscenidad y quedaba
de muy mal gusto incluirla en uno de los símbolos oficiales del colegio,
ante lo cual el Rector tuvo que hacer gala de sus más profundos conocimientos
gramáticos, para convencer al susodicho, que el verbo parir era uno de
los más hermosos y exactos vocablos de la lengua castellana, para explicar
la noción de vida y expresar acertada y claramente lo que se pensaba en
el caso de la referencia.
A
Monseñor Elías Atehortúa Concha, también debemos en
parte, la diagramación artística y el diseño de un periódico
que empezamos a publicar en la Rectoría de César Julio Contreras,
siendo profesora de Español y Literatura, la Licenciada Roselia Pacheco
Carrascal, el cual llevaba por nombre "IMPACTO" y aparecía como
"Órgano sociocultural del Colegio Fray José María Arévalo",
impreso en tamaño oficio, en mimeógrafo. Alcanzó treinta
ediciones. El Colegio conserva su colección. Fui el autor de su nombre,
de su dirección y en parte de muchos artículos que causaron cierta
"piquiña", pues trataban de abrir los ojos y las mentes de la
gente para que entendieran los desmanes que cometía la clase dirigente
de la época, contra los intereses del pueblo. A tanto llegaron mis denuncias
y pronunciamientos a través de "IMPACTO" que un alcalde nombrado
por la Gobernación de Norte de Santander para nuestro pueblo por esos años,
se valió de un paisano para denunciarme ante el Juzgado Promiscuo Municipal
por injuria y calumnia, ya que un mes antes, había yo publicado una columna
en la que lamentaba el estado de abandono y deterioro en que se encontraban un
veintenar de artículos deportivos, corroídos por el óxido
y el comején en las oficinas de la Alcaldía Municipal y sin ocupación
aparente. El dia que me citaron al Juzgado, acompañado de mi tío
Juan Ramón Claro, por ser aun menor de edad, recuerdo que allí se
encontraba el alcalde en mención quien, ante mi presencia, le indicó
al Juez: "Éste se va a graduar más rápido de delincuente
que de bachiller" y salió apresuradamente, ante la ira silenciosa
de mi tío y la risa sarcástica del funcionario judicial.
Cabe
decir en esta parte de la crónica, que la televisión en nuestro
pueblo por aquellas épocas era tan escasa como la luz eléctrica,
la cual cuando se dignó llegar a nuestra casa, apenas alcanzaba para dos
"bombillos" de 25 bujías. Así que lo mejor y más
productivo de mi tiempo, lo empleaba en descubrir las maravillas de las ondas
hertzianas, a través de un potente radio de tubos marca Philips, comprado
por mi tio Moncho Claro a Don Manuel Antonio Claro, por el precio de 15 pesos
y el cual se encontraba ubicado en uno de los rincones de nuestra modesta sala.
De manera que a las seis de la tarde, cuando comenzaban los grillos a emitir sus
estridentes sonidos, nos congregábamos alrededor de una antigua mesa de
madera ubicada en la sala que era junto con los taburetes de madera, el único
mobiliario heredado del abuelo Miguel José Claro, un viejo y curtido arriero
que paradójicamente había muerto ahogado en las turbulentas y peligrosas
aguas del playón en una insuperable crecida, un 24 de Septiembre en plenas
fiestas patronales, cuando "La Banda de Morales", tocaba sus fandangos
en el patio de la casa de mi tío Francisco Velásquez, a las 8 de
la noche... Entonces allí, a las seis en punto de la tarde, sonaba la fanfarria
y anunciaban la llegada de ARANDÚ. El Príncipe de la Selva, un seriado
radial que se robaba todos los índices de sintonía y que para nosotros
se constituía en un super héroe más, compitiendo con Supermán,
Batman, Acuamán, compitiendo en la honrosa lid de hacer justicia para los
más débiles y desprotegidos, o esperábamos también
con impaciencia todos los días a la una de la tarde, otro seriado que nos
llenaba de emoción escucharlo, pues aprendíamos sin darnos cuenta,
lecciones de superación, de amor por nuestros semejantes y otras enseñanzas
que subliminalmente nos iba dejando en lo profundo de nuestro cerebro, era KALIMÁN,
el Hombre Increíble y su pequeño amigo Solín. Y en el inventario
fantasioso de esa radio antigua, seguían una infinidad de programas que
desgraciadamente hoy, a la luz de tanta modernidad, parecerían ridículos
obsoletos e innecesarios.
Todo
ese acervo cultural que se arraigó en mi alma a través de esa maravillosa
invención de la radio, yo me permití agrandarlo con una casi piadosa
devoción por la lectura, la cual me permitió aventurarme por los
más impensados vericuetos del mundo y así pude conocer al rey Schahriar
y a la joven Scherezade de Las mil y una noches y al capitán Nemo, gracias
a la futurista imaginación de Julio Verne; Ana Karenina, me enseñó
la grandeza del alma humana y las lecciones de moral, descritas por Tolstoi; Me
adentré en el relato majestuoso de El Principito, donde entendí
todo lo fácil y complejo del hombre y el mundo; entendí los misterios
de la existencia humana en el Hamlet de Shakespeare, conocí a la Atenas
de Aquiles, Héctor, Menelao, París, Odiseo a través de la
Ilíada de Homero y así, sucesivamente, podría seguir enumerando
todo lo amplio y maravilloso que me prodigó la lectura, en épocas
donde la prisa no era conocida y el amor por el olor de los libros era casi un
ejercicio de idolatría... A través de mis amigos los libros, viajé
por los mundos insondables de la poesía lorquiana, nerudiana, borgiana
y de la nuestra también, porque fue de la voz de Silva, de Flórez,
de Milanés, de Pacheco Quintero y otros que aprendí a libar el néctar
del verso puro, diáfano y cristalino. Ese verso de simetrías sin
iguales, de cadencias infinitas, de rimas capaces de adormecer el espíritu
con la danza mágica de su juego, a diferencia de la libertad actual que
existe para la incongruencia del poema y la inexactitud de las palabras.
Así,
entre la radio y mis amigos los libros, transcurrieron los mejores años
de mi vida, los mejores momentos de la ensoñación, las horas más
sensatas y precisas de mi existencia. Por eso cuando miro con tristeza esa calculada
y desmedida apatía por la lectura y los libros, de esta generación
analfabeta de historia, con pobreza absoluta en el aspecto literario; que muestra
una voracidad y la avidez de un epulón moderno hacia todo lo maquinal,
todo lo fácil, todo lo vano, le doy un vuelo de pájaro errante a
mi imaginación y entonces retorno a mi época, a mi pueblo, a La
playa de Belén, en donde reposa mi psiquis desdoblada y expectante...,
sólo que este silencio en que me sumo, casi todas las veces se ve interrumpido
por el estruendo del reguetón o la melosería del vallenato, el cual
ya no se hace por juglares para alimentar y difundir el folclor, sino por aficionados
para aumentar sus ingresos....
Termino
diciendo que la riqueza y extensión de la copa de un árbol, están
en directa proporción con lo profundo y vigoroso de sus raíces y
creo que aquellos compañeros y yo, formamos parte de los frutos del que
la sabiduría de nuestros viejos maestros sembraron una florida mañana
de 1972, rompiendo el paradigma de los imposibles, en un polvoriento y desolado
pueblo, cuya vida giraba en torno a la única escuela donde dormitaban los
sueños sin futuro de su juventud humilde y buena. JESÚS
ALONSO VELÁSQUEZ CLARO ("nano") La Playa de Belén,
Noviembre 12 de 2016 | |
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