Centro de Historia de La Playa de Belén
 
 
 

 

CAMPAMENTO EN EL CATATUMBO
Por Álvaro Claro Claro

Sentimientos de sorpresa, alegría y nostalgia afloran al recibir unas fotografías recuperadas 40 años después gracias a la diligencia del amigo y compañero de aficiones José Antonio Amaya en un encuentro de ex alumnos. Era la década de los 70 en la que los conflictos políticos inundaban las primeras páginas de los diarios, las dictaduras se imponían en América Latina con violencia y represión.


Durante este periodo mueren dos papas, se crea Microsoft, Apple, se fabrica la primera consola de videojuegos y sale al mercado el primer microprocesador fabricado por Intel. Fue una década en la que los jóvenes promulgaban la libertad sexual, el uso de la píldora, se pusieron de moda la minifalda y los pantalones bota ancha; recordamos todavía el concierto de woodstok y siguen sin olvidarse las muertes de Jimmy Hendrix y Janis Joplin por sobredosis.

En los albores de la década de los 70, inicio mis estudios de bachillerato en el seminario conciliar de Ocaña, dirigido por la comunidad de San Juan Eudes, por suerte. En la nómina de docentes estaba Alfredo Luna, líder del movimiento Scout del departamento. Este movimiento ya extendido por el mundo buscaba canalizar el desarrollo físico, espiritual y mental de los jóvenes para que llegaran a ser "buenos ciudadanos" basado en una disciplina castrense y trabajos al aire libre; La opción del escultismo no se hizo esperar y entré a formar parte de la patrulla Lobo de la tropa del seminario de Ocaña bajo la orientación de nuestro líder y apreciado profesor.

Las actividades al aire libre se programaban constantemente, pero la que dejó una huella indeleble en mi vida fue la excursión realizada a San Pablo, corregimiento del municipio de Teorama, lugar de origen de nuestro jefe de tropa Luis Rolón. Al corregimiento se accede por una carretera que sale de Ocaña, pasa por Aguas Claras, Llano Grande y Convención; un recorrido de aproximadamente 60 kilómetros en su mayor parte destapada.

La excursión tenía como propósito organizar un campamento de entrenamiento para la tropa scout en una finca a orillas del río Catatumbo muy cerca del poblado. El viaje se programó en un camión Ocaña-Convención; salimos a las nueve de la noche en medio del jolgorio, risas y cantos para apearnos en Convención al filo de la media noche. Desde esta ciudad hasta el corregimiento destino del campamento, el recorrido debería hacerse a pie; cada patrulla estaba a cargo del menaje, carpas y equipo personal. Las directivas del seminario contactaron al comandante del batallón "General Santander" en donde muy amablemente nos suministraron en préstamo carpas para acampar y morrales de campaña para cada uno de los patrulleros que hacíamos parte de la excursión. En el alistamiento, llenamos hasta el tope los morrales con ropa y vituallas sin prever que nos esperaba una larga caminata; éramos adolescentes inexpertos y sin la malicia que se requiere para medir las fuerzas necesarias de una larga jornada de camino.

 

Era una noche fresca con un cielo fulgurante de estrellas, iniciamos la caminata orientados por nuestro jefe, único conocedor del trayecto por recorrer; dejamos atrás las ultimas luces de la ciudad, todos formados en una larga fila india entonábamos las lemas de la patrulla y avanzábamos rápidamente; al cabo de una hora de camino el peso de la carga empezó a hacer mella en nuestras humanidades y el cansancio en cada uno de los integrantes de las patrullas era evidente, demostrar a nuestros compañeros que éramos los más fuertes se convirtió en consigna de honor pero el ritmo de la marcha se hacía cada vez más lento hasta que el patrullero Márquez en un arranque de desesperación arroja el morral al piso exclamando: ¡Echeee, no joda, no doy un paso más, si no hay descanso no voy seguir!… Eran ya las dos de la mañana y como si hubiese sido una orden, todos los patrulleros tiramos el morral al piso y nos acostamos en medio de la carretera completamente rendidos.

¡Quince minutos y salimos! Ordenó el jefe de tropa y también se dispuso a descansar poniendo su morral como almohada.

Se reanuda la caminata y transcurrida una hora más de camino le pregunta de todos era la misma: ¿Ya casi llegamos?

¡Vamos, vamos! Ya falta poco, animaba Rolón; a las cuatro de la mañana se autorizó un nuevo descanso para recargar energías. ¡Quince minutos y continuamos! Ya nos falta muy poco para llegar al pueblito; en cuestión de segundos todos dormíamos profundamente esparcidos por la vía sin hacer caso a la fría brisa de la madrugada. El silbato anunció que terminaba el descanso, todos rezongábamos muertos de la fatiga. ¡Cinco minuticos más por favor!, suplicábamos… A regañadientes retomamos el camino, agotado el tiempo extra de descanso, luego de haber compartido unas galletas con bocadillo que eran parte de las provisiones; ya estamos a dos tabacos, como dice mi papá; nos alentaba a continuar el jefe de tropa.

Alguien sugirió colgar los morrales en las garrochas y en parejas cargarlos al hombro, el cambio funcionó y los ánimos mejoraron, no obstante el sitio de destino no aparecía en el horizonte. A las 5 de la mañana, la luz del día se anunciaba por entre los árboles, aclaraba el día y podía verse el paisaje que nos circundaba; una gran montaña cubierta en parte por la niebla servía de fondo a una extensa planicie en la que se apreciaban abundantes huertas cultivadas, árboles frutales y una que otra casita por la que el humo del fogón anunciaba que sus habitantes se preparaban para iniciar su labor en el campo.

Muchachos, ahora sí es cierto que nos falta muy poco para llegar; detrás de esa colina, a 10 minutos estamos en San Pablo; gracias a Dios por darnos las fuerzas para resistir el trayecto fue el pensamiento colectivo. Efectivamente, el caserío se nos apareció en el horizonte de un momento a otro, se podía observar a su pobladores diligentes en el inicio de su jornada y la curiosidad se les notaba al ver llegar una cantidad de muchachos con un uniforme desconocido, con banderas izadas, empolvados hasta el pelo y con cara de náufragos por el cansancio y el hambre.

La familia de nuestro jede fe tropa, ya informada de nuestra llegada, nos esperaba con un frugal desayuno que incluía arepas, yuca, plátano, queso y un delicioso cabrito en salsa que no duró mucho en los platos; nos chupamos hasta los restos de la salsa que quedaron en la olla del cocimiento. Levantado el ánimo de los patrulleros y renovadas las energías nos organizamos por patrullas, recibimos instrucciones y armamos campamento orillas del caudaloso "En esos tiempos" rio Catatumbo.

Fue una estadía que duró 5 días en las se pusieron en práctica todas las actividades de entrenamiento bajo la Ley de honor de los boys scout, en completa armonía con la naturaleza.

La nostalgia de este recuerdo radica en que en esos años desconocíamos por completo problemas como la guerrilla, el paramilitarismo, las zonas rojas de orden público, los secuestros, el narcotráfico, etc…

La familia Rolón y muchas otras que vivían en la zona debieron salir de San Pablo en condición de desplazados en los años ochenta y noventa; la región fue tomada y sigue controlada por grupos al margen de la Ley dedicados al narcotráfico y otras actividades ilegales; En estos momentos, en los que se habla de reconciliación y del fin de la guerra, es cuando más difícil se torna la situación en esta región del Catatumbo. Pensar en realizar ahora una excursión al lugar en estos tiempos sería un completo suicidio.

¡Hay que ver como cambian los tiempos! O será el peso de los años que nos vuelven pesimistas.

Septiembre de 2016