Benjamín
Pérez Pérez* Por Guido Pérez Arévalo | |||||
"La casa (donde nació), que todavía existe, estaba rodeada de un tupido bosquecillo de arbustos de cafeto, sombreado de barbatuscos y diversos árboles frutales como mangos, curos, pomarrosos, guayabos y naranjos. Una cantarina toma de agua contribuía a mantener en perenne frescura y lozanía toda aquella hermosa arboleda, pero el hacha, poco atenta a lo virgiliano del paisaje, se encargó de arrasar la atractiva vegetación para abrirles campo a los cultivos de cebolla, menos poéticos, pero más productivos, por su puesto. De la mano de Emilio Velásquez hice mi ingreso a la escuela en calidad de asistente debido a mi corta edad. Fue mi primer maestro don Octavio Manzano. Recuerdo que el día de mi debut como escolar, cuando Octavio, corroborando aquello de que "la peor cuña es la del mismo palo" le propinó cuatro soberanos ferulazos a Damián Manzano. Yo salté aterrado a la calle y salí a la estampida como un conejo, hasta que fui alcanzado por el mismo Emilio y devuelto al aula que ostentaba en la puerta un pomposo letrero: Escuela Rural de Varones. Allí, bien o mal habría de cursar los años de primaria. Un prospecto que casualmente cayó en mi poder me animó a pedirle a mi papá que me matriculara en el Seminario de Ocaña pues yo deseaba vehementemente ser sacerdote. Fuimos en efecto a la ciudad (1925), me examinaron y me admitieron. Posteriormente seguirían mis pasos Alejandrino Pérez, Roberto Claro, Alcides Velásquez. José J. Claro Ovallos, entre otros, quienes si coronaron carrera y son sacerdotes que por su virtud y erudición se han constituido en honra del clero a que pertenecen y orgullo de la tierra que los vio nacer. Casi ocho años permanecí interno hasta que en 1932, una disimulada pero violenta enfermedad que al decir de los médicos sólo me concedería un margen de tres meses más de vida, me obligó a dejar el claustro cuando cursaba precisamente el último año de filosofía. Las puertas me quedaban abiertas. Así me lo dijo el rector, padre Pedro Gelain al despedirme. "Si se tiene en cuenta que el ciclo de estudios, por escasez de clero, era entonces de diez años, concluiremos que estuve muy cerca de la ordenación. Estaría usted confesándose conmigo, mi apreciado Guido, y no yo con usted como lo estoy haciendo ahora. "Volví a mi tierra. Allí llevé en los meses siguientes una vida apacible, dedicado a cooperarle al párroco en lo relativo a los libros parroquiales y especialmente en el coro pues en el seminario me había familiarizado con el manejo del armonio. El método curativo echó pronto por tierra las pesimistas predicciones de los médicos y mi restablecimiento fue completo. De tal suerte que semanas más tarde me encontré, sorprendido y asustado, en la difícil alternativa de regresar al seminario o renunciar a la carrera sacerdotal. Después de muy detenidas reflexiones escogí lo segundo. Ya una playerita muy bella, de "ojos de dulce pureza", como dijera Gabriel Miró, había hecho tambalear la estructura de mi vocación y en mi mente martillaba la sentencia bíblica: "no se puede servir a dos señores". "Me despojé de la sotana. Era alcalde municipal Antonio Claro Quintero y tenía como secretario a José Antonio Claro. Me invitaron a que quemara mis ratos libres ayudándoles en las labores de oficina y así lo hice durante muchos meses, sin esperar remuneración alguna. Pero en cambio adquirí de la experiencia y buena voluntad de ellos conocimientos muy valiosos en lo administrativo y en lo penal que más tarde me fueron de mucha utilidad.. Pronto José Antonio se cansó de la alcaldía y se dedicó a ejercer la medicina para la cual tenía una disposición innata y asombrosa. Yo ocupé su cargo y lo desempeñé durante algunos años pero con interrupciones. Fui también presidente del Concejo. Por aquella época fundamos don Luis Jesús Pérez y yo un periódico quincenal titulado "Vibraciones". La edición fue hecha en Ocaña por don Luis Sánchez Rizo, quien además de intelectual muy respetado era todo un artista en artes gráficas. Resultó muy bella y de contenido muy variado y agradable y como consecuencia recibimos de Cúcuta y Bogotá generosos mensajes de estímulo. "El periódico fue distribuido en La Playa en forma gratuita un domingo a salida de de misa mayor. Circunstancia que aprovechamos para solicitar quienes lo recibían, una ayuda mínima para financiar el segundo número. No encontramos respaldo. Antes bien nos premiaron con una que otra frase destemplada y el entusiasmo se me fue a los talones. "Vibraciones" no volvió a aparecer. Esto dio pie a don Santiago Durán a que con su espontaneidad para versificar y su desenfadada locuacidad, me endilgara la siguiente copla: Un
periodista en La Playa "Obsérvese que la métrica es perfecta. "Con motivo de la primera misa cantada del padre Velásquez, visitó a La Playa Monseñor Luis García Benítez. Monseñor, entusiasmado por una actuación mía, ofreció costearme estudios en la universidad Javeriana y hasta se adelantó entregándome una carta de presentación y de garantía para el padre Félix Restrepo. "¿Y con Sarita Vega, qué hago? ". Le pregunté tímidamente. "La hacemos nombrar maestra de escuela, mientras tanto", me respondió. Ese mientras tanto equivalía a seis años de espera. Y preferí casarme con Sarita Vega y desistir de la universidad. "En octubre de 1954, era yo jefe de personal de la Contraloría Departamental cuando fui nombrado por el doctor Pabón Núñez, jefe de negocios generales del Ministerio Gobierno, un cargo muy sobresaliente dentro del panorama administrativo nacional. Posteriormente me hizo el honor de encargarme de la Secretaría General del mismo ministerio" (Entrevista Noticias Playeras). Educador, escritor y humanista. Fue uno de los grandes exponentes de las letras del Norte de Santander. Como autor de novelas costumbristas y cuentos cortos de auténtico sabor regional, conquistó un puesto de honor en la Biblioteca de Autores Ocañeros, en cuya colección fue publicado su cuento "Tarjeta de invitación". El
Boletín Fiscal de la Contraloría General del Norte de Santander
publicó varios artículos suyos, entre ellos "La columna del
Libertador". Quedaron inéditas sus obras "El malabar blanco"
y "La Ondina del Algodonal". Murió el 18 de junio de 1998 en
la ciudad de Bogotá. | |||||
* De la monografía de La Playa de Belén, de Guido Pérez Arévalo | |||||