| FRAY
CAMPO ELIAS: EL EDUCADOR Y POETA Por:
LUIS JAVIER CLARO PEÑARANDA Bogotá, febrero de 2015. | | |
En
esas cavilaciones poco comunes de irrumpir en la carrera del tiempo, nos señalan,
que en el 2014 se cumplieron cien años del natalicio de Fray Campo Elías
Claro Carrascal, quien falleció el 29 de noviembre de 1997, en el convento
de Santo Domingo, de la ciudad de Bogotá, ubicado en los cerros orientales
que enmarcan el pomposo paisaje de la urbe capitalina, lugar donde el frío
aún arrecia con mayor rigor por las noches y en las horas matutinas. Nuestro
afable personaje nace en la Playa de Belén, en 1914, población que
para entonces hacía parte de la jurisdicción municipal de Aspasica,
históricamente rastreada por la diócesis de Santa Martha,como ocurriera
con otras sedes eclesiásticas, interesadasen abrir o identificar caminos
por doquier para facilitarla evangelización de las comunidades indígenas,
circunstancia por la cual se construyó por esos mismos tiempos la inconfundible
iglesia doctrinera, razón de la inmensa querencia de los aspasiqueros.
Es pertinente recordar, que en recientes épocas y en siglos atrás,
la fuerza arrolladora de la religión católica determinó la
cultura y naturaleza de las comunidades, siendo los templos el factor distintivo
por antonomasia; modelo que aún se recrea alrededor de una festividad religiosa. Como
el suceso de José Arcadio, en CIEN AÑOS SOLEDAD, nos coloca en escena
al niño Campo Elías, de tan solo once años, que parte de
su hogar en el mes de Abril de 1925, e inicia un peregrinar de 14 años.
Fue tan larga su ausencia, situándonos en las lógicas de aquellos
tiempos, que sus padres y hermanos debieron perder la cuanta en los almanaques,
al tiempo que la espera iba desvaneciéndose en sus adentros, carcomiendo
la ilusión de abrazarse en cualquier instante con ese niño, o con
ese mozo hinchado de anhelos y anécdotas acumuladas, realidad afectivamente
inaguantable, vista desde el horizonte fraterno de sus padres y hermanos; condiciones
que el ámbito jurídico de hoy no lo consentiría. En todo
caso, es comprensible aceptar esas realidades, dadas las costumbres y los escenarios
del contexto geográfico, político y religioso de la época.
Todo
trascurre cuando tres frailes misioneros de la Orden de Predicadores, provenientes
de la diócesis de Santa Martha, asomaron por esos pintorescos lugares,
y como saeta, abordan el hogar de Don Ramón Ignacio Claro Bayona y Doña
María Jóvita Carrascal Navarro, y en él, aquel niño
Campo Elías, diamantinamente puro para ser moldeado en la filosofía
tomista, allá en los claustros dominicanos.
En
el mes de abril de 1925, parten del corregimiento de la Playa de Belén,
rumbo al convento de Chiquinquirá, Departamento de Boyacá, fecha
en que ese embrión de fraile, emprende la osadía a caballo de iniciar
la ruta con aquellos dominicos tomando el camino de las Liscas, hasta llegar a
la ciudad de Ocaña, y de allí emprender el ascenso hasta conquistarla
cima de la cordillera, lugar donde el espíritu obligadamente se recrea
al divisar la espectacularidad del paisaje mostrado a la distancia, que alienta
tomar el descenso por asas empinadas y escabrosas laderas, hasta descender a las
llanuras del valle del Magdalena, ruta que los llevaría por varios días,
hasta coronar la cima conventual. Consumado el evento, Don Ramón Ignacio
Claro se consuela y da gracias a su Dios, el haberle cumplido a la Virgen de Chiquinquirá,
de entregar a su hijo a la vida sacerdotal, producto de aquella búsqueda
angustiante de encontrar la salud de su padre Camilo Claro Velásquez, quien
sufría una penosa enfermedad. Este ofrecimiento viviente se consolidó,
allá, en la basílica de Chiquinquirá en el año 1912,
con el trasfondo de un peregrinar a pie de cuarenta y cinco días, realizado
por don Ramón y su hermano Camilo Claro Bayona. Eran aún las épocas
de esa disyuntiva temerosa de DIOS o el DEMONIO; constructo espiritual de la sociedad
de entonces, que en muchas regiones de Colombia atizó crueles contiendas
políticas y religiosas, razón por la cual sociólogos e historiadores
connotados de una u otra tendencia, aún para estos tiempos continúan
abordándolos. | | En
los claustros dominicanos de Chiquinquirá, Fray Campo Elías cursó
el Bachillerato y los estudios pertinentes al Noviciado. De allí salió
hacia las tierras del Imperio del Sol, cuyo recorrido obligado de la época
debió convertírsele en un peregrinaje mágico, pues todo en
esos lugares pareciera que estén atados a imaginables enigmas, propio de
los grandes escenarios culturales, pues los Incas y sus antecesores dejaron a
lo largo y ancho de su desierto y de sus montañas, el testimonio de una
elevada cultura estampada en su arquitectura lítica, cuya belleza y solidez
desafió la agresividad hispánica. Particularmente
en el Cusco, por esos tiempos capital del Imperio Inca, y hoy conocida con el
calificativo de la Roma de América. También en ese orden, La UNESCO
le otorgó el título de -CIUDAD PATRIMONIO DE LA HUMADIDAD-. El Cusco,
donde toda su comarca es fascinante y la obra de los Incas reluciente, no se cuenta
con relatos que describan el largo recorrido y las peripecias de toda índole
asumidas por nuestro ilustre coterráneo. Para la época, de Lima
al Cusco sólo se contaba con los caminos del Inca, pues para mayor claridad,
la primera carretera se inició en 1940, partiendo de Nazca, época
para la cual Fray Campo Elías ya había celebrado su primera misa
en La Playa de Belén. Caminos del Inca que superaron los 26.000 kilómetros
de calzadas empedradas integradas a esa vasta red orientada a la MECA de América,
al Cuzco, partiendo del sur de Colombia, hasta llegar la zona céntrica
de Chile.
En
el convento de El Cusco (Perú) cursó los estudios eclesiásticos
y recibió el título de Licenciado en Sagrada Teología. Allí
mismo en 1938, en el Templo de Santo Domingo, recibe su ordenación sacerdotal.
En
relación con los años de vida conventual de Fray Campo Elías
Claro (1925-1938), no existen pruebas que den testimonio de sus alegrías,
de sus congojas y de sus andanzas. Frente a esa carencia testimonial, inquietan
aún más los años vividos en el Cuzco, donde el entorno invita
y obliga a observar cada espacio henchido de reliquias maravillosas, unidas a
esa sumatoria de templos católicos construidos sobre los oráculos
incas, con altares pletóricos de oro y plata, incluyendo entre tantas reliquias,
los lienzos e imágenes que marcan fuertemente aquel sincretismo religioso
bien particular, que revelan al mundo las fuerzas anímicas de las dos culturas.
Extraño,
dada la sensibilidad manifiesta de Fray campo Elías en su poesía,
en su canto y en sus conversatorios frecuentes en la Playa De Belén. Es
muy posible que frente a la destrucción se determine guardar profundo silencio,
de tal manera que desviara la pregunta o la reflexión de los investigadores
y turistas del mundo entero.
El
talante de Fray Campo Elías como educador, se encuentra muy bien reseñado
en el prólogo a su obra, "SAUDADES", en la pluma de Alberto Cárdenas
Patiño, quien para 1996 ocupara el cargo de Secretario General de la Universidad
de Santo Tomás, en Bogotá. Vemos como Fray Campo Elías, más
que poeta, fue un insigne maestro distinguido en las aulas y homilías,
por su sapiencia, serenidad y benevolencia en el encuentro con sus condiscípulos,
a quienes les recomendaba: "Hay que tener libros, hay que leer todos los
días, hay que memorizar lo que nos gusta y hay que escribir mucho, así
sea copiando o imitando". Y según él, "había que
conocer a los investigadores de la lengua, había que escuchar a los poetas
y estilistas, a los oradores, a los declamadores". En su ejercicio como educador
asumió las cátedras de "Gramática, Literatura, Lugares
Teológicos, Latín, Griego, Historia Eclesiástica y Patrología,"
ejercicio académico que le merece el título de -MAESTRO EMÉRITO-.
Ejercicio erudito asumido más allá de sus 80 años.
En
Rubio (Venezuela) fue rector del Colegio María Inmaculada, y a la par,
Superior de la Casa Dominicana. Como distinción suprema a su maestro, el
Presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, le otorgó la
condecoración "FRANCISCO MIRANDA", orgullo máximo a la
fraternidad e intelecto de Fray Campo Elías, pues reconocimientos a este
nivel gubernamental, no se conceden con frecuencia a un educador.
En
la poesía, "SAUDADES" acopia todos los poemas escritos entre
los años 1941 y 1991. Sentimiento poético que resume Alberto Cárdenas
Patiño en su prólogo, como "la manifestación de su dolor
por tantas ausencias, tantas pérdidas y tantas desilusiones, pero al mismo
tiempo son expresión de su esperanza, más fuerte que la muerte."
En
su poesía, en sus relatos y en su voz suave y cantora, que por instantes
se tornaba taciturna, mostraban el sínodo conventual que caracterizó
su personalidad. Fue un fraile de figura cálida, que en su rostro, casi
siempre, asomaba una leve sonrisa, acompasada en sus conversaciones con un tono
de voz suave, que seducía a escucharlo todo el tiempo posible. Sin
embargo, en ciertos momentos fácilmente caía en la melancolía,
que de inmediato superaba compartiendo una anécdota, o retrotrayendo alguna
remembranza particular. De todas maneras debo confesar a estas alturas del relato,
que las palabras resultan esquivas para explicar la dimensión de ese ser
que entregó la existencia al ejercicio del espíritu. | |