LUZ MARINA CLARO CLARO

“Si algo importa, todo importa. Dado que tú eres importante, todo lo que haces lo es. Cada vez que perdonas, el universo cambia; cada vez que te esfuerzas y tocas un corazón o una vida, el mundo cambia…” W. Paul Young     

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Nacì en La Playa de Belén Norte de Santander el 30 de noviembre de 1960, en un hermoso lugar de la Vereda la Rosa Blanca llamado el Silencio, estancia campesina que ha pertenecido por tradición a la familia Claro. Soy la quinta de los cinco hijos de doña Esther Emilia Claro Velásquez y don Manuel Antonio Claro Carrascal. Un hogar en donde la honestidad, el respeto, el servicio, la alegría y la acogida amable entre otros valores, son el legado más preciado.

Realicè mis estudios de primaria en la Escuela Urbana del Municipio, recuerdo con especial gratitud las primeras letras aprendidas con la Sra. Aura Elsa Claro Torrado. Cursè hasta el noveno grado en el Colegio Fray José María Arévalo, formación que agradezco a todos mis maestros con especial cariño al sacerdote y amigo Elías Atehortua, quien motivò y sembró en mi la inquietud de seguir el camino del estudio y la educación como la mejor oportunidad para mi desarrollo personal. Terminè el Bachillerato en el Colegio Nacional José Eusebio Caro de Ocaña en el año 1980.   

Estudiè Psicología en la Universidad Santo Tomàs de Aquino en la ciudad de Bogotá, con el apoyo de mis padres y el maravilloso acompañamiento de mi tío el Padre Campo Elías Claro Carrascal. Bogotá la ciudad de todos los colombianos me acogió y son innumerables mis aprendizajes para la vida autónoma e independiente.

En mayo del año 1989 ingresè a trabajar al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar - ICBF, entidad de orden nacional que me permitió realizar durante 23 años una carrera de crecimiento personal y profesional, en donde desde un enfoque de trabajo humanista y psicosocial pude aportar un granito de arena en la defensa de los derechos de los niños, niñas y adolescentes colombianos.

Siguiendo mi interés de crecimiento profesional posterior al ICBF, trabajè con la Organización Internacional para las Migraciones - OIM (3 años), La Secretarìa de Integración Social de la Alcaldía de Bogotá (3 años) y la Defensoría del Pueblo (2 años), cerrando mi ciclo laboral de 31 años de trabajo continuo en esta última entidad, para acceder al disfrute de la anhelada pensión.
Estoy casada con Eduardo Andrade Lozano bogotano, mi compañero de vida con quien hemos formado familia y somos los padres orgullosos de Daniela y Manuela Andrade Claro. Daniela Comunicadora Social y Manuela Licenciada en lenguas extranjeras, a quienes de la mano de Dios con seguridad les espera un mundo de experiencias, aprendizajes y crecimiento personal y profesional.

Soy integrante del Centro de Historia de La Playa de Belén desde su fundación en el  año 2011. En este escenario y de la mano de mi hermano Álvaro y nuestro familiar y amigo Guido Pérez Arévalo he desarrollado un gusto especial por las fotografías antiguas como documento histórico, haciendo equipo con ellos para la organización de la Fototeca de La Playa de Belén, que con orgullo a la fecha cuenta con más de 1.000 fotografías documentadas y subidas en la página Web del Centro de Historia.       

Me mueve el amor por mi familia y por mi terruño, la solidaridad,  el respeto por los demás y el mundo que nos rodea.  


Año 1990. con mi esposo Eduardo Andrade Lozano  
Año 2019. Eduardo Andrade Lozano, Manuela y Daniela Andrade Claro    
Año 2019. Mamà orgullosa
Doña Esther Emilia Claro Velàsquez 
Don Manuel Antonio Claro Carrascal 
Con mis hermanos Carlos Adolfo, Àlvaro Antonio, Campo Elìas y Elba Luz Claro Claro   

LIBRETA DE NOTAS...

"Soy la voz y la Fe de mis abuelos, las manos y el corazón de mi madre, 

los ojos y la persistencia de mi padre, no soy sólo yo. 

Soy la suma de mis antepasados y de todos aquellos que han tocado mi vida”

                                                                 LA CASA DEL SILENCIO 


(A Luz Marina Claro Claro, en sus 50 años)
Por JESÚS ALONSO VELÁSQUEZ CLARO ("nano")

 
Quizá porque la luna besaba los aleros
de la blanca y vetusta casona solariega
y desde el cielo inmenso bajaban los luceros
a beberse sedientos el agua de la acequia.

Quizá por el fulgor que despedía ese fuego
que atizaban solícitas las manos de la abuela
en la vieja cocina que fabricó el abuelo
con el barro impoluto de la tierra playera.

Quizá porque el playón con sus aguas en celo
fecundaba de brillo las verdes cementeras
y era entonces la casa a la sombra del cerro,
un paisaje de luz dormido en sus riberas.

Quizá porque las aves que raudas en su vuelo
Le daban a la estancia un matiz de primavera
parecía en el ocaso, la tarde, un dulce ruego
a la naciente noche recamada de estrellas.

Queriendo perpetuar la paz de su vivienda
"José y "Lupe" le ataron al alma del ensueño
un nombre que al decirlo en los labios tuviera
un sabor de nostalgia, así como: "EL SILENCIO".

II

Y el tiempo que despide y recibe en la tierra
al hombre en su constante y peregrino ancestro
sembró en esa morada la inmarcesible huella
de una nueva mujer junto a un esposo honesto.

Así "Manuel" y "Esther" revistieron de fiesta
con sus cinco retoños, la casa y el barbecho
y como un homenaje a quienes precedieran,
sembraron en sus hijos la fe y el buen ejemplo.

Así crecieron todos corriendo en la pradera,
saltando entre los charcos, surcando los potreros,
dejando en cada paso sus risas lisonjeras
y en todos los rincones el eco de sus juegos.

Un dia Manuel, cansado de estrujar en las eras,
las ariscas cebollas de los rubios cabellos,
se marchó silencioso y plantó sus banderas
frente al parque, custodio del edénico pueblo.

III

Desde entonces pasaron por esa casa vieja
los abuelos, los padres, los hijos y los nietos,
buscando en los rincones una frágil estela
que les anuncie a todos que el amor es eterno.

Ahora en el remanso fugaz de los cincuenta,
LUZ MARINA y el verde de sus ojos serenos
nos recuerda la magia de las noches aquellas
de la lumbre amorosa del fogón y sus leños.

En el dulce remanso de su rubia presencia
brilla el sol caprichoso con sus claros destellos,
colgándole al recuerdo de la antigua vereda
un talismán que cure los males de la ausencia.

Allá arriba quedaron rumiando sus quimeras:
Una legión de pájaros cruzando el firmamento,
una luna cansada de espantar las tristezas
y un montón de nostalgias custodiando el recuerdo.

Girón, Noviembre 27 de 2010-11-27 “